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Durante un año que el Obispo Gerald Barnes ha descrito como “ningún otro,” Antonio Guzmán completó su camino al sacerdocio en la Diócesis de San Bernardino.

El Padre Guzmán fue ordenado en la Catedral de Nuestra Señora del Rosario en San Bernardino el 29 de junio.  La Misa de Ordenación fue celebrada bajo las directrices actuales de distanciamiento social y salud pública de la Diócesis, que limitaron la asistencia a 100 personas.  También fue transmitida en vivo por las redes sociales de la Diócesis, a través de las cuales para el siguiente día más de 3,500 personas la habían visto.

Al hablar a  los fieles a la conclusión de la liturgia, el Padre Guzmán ofreció un mensaje de gratitud.

“Quiero darle gracias a Dios por llamarme a este ministerio del sacerdocio.  Quiero darles las gracias a todas las personas que han caminado conmigo durante este tiempo de discernimiento,” dijo él. “Les pido sus oraciones de la misma manera que yo oro por ustedes.”

El Obispo Coadjutor Alberto Rojas y el Obispo Auxiliar Emérito Rutilio del Riego se unieron al Obispo Barnes en concelebrar la Misa. 

Durante su homilía, el Obispo Barnes hizo referencia a su retiro pendiente- proyectado para junio del 2021- cuando se dirigió al Padre Guzmán.

“Tu eres el último de mis hijos que voy a ordenar como obispo diocesano. Así que me toca un poco de sentimiento,” dijo el Obispo Barnes en español, “pero mira a quien el Señor me ha puesto para ordenar uno de sus mejores hijos.”

 Un poco antes hizo referencia al impacto de la pandemia del COVID-19 en eventos públicos significantes como las graduaciones, las bodas, los bautizos y las reuniones de los días festivos.

“Muchas personas tenían planes este año,” dijo él. “Todo se tuvo que hacer de manera diferente.”

La Ordenación del Padre Guzmán no fue ninguna excepción.  Originario de Colima, México él no pudo tener presentes a sus padres para la Ordenación por los retos relacionados a la pandemia.  Sin embargo, sí estuvieron presentes varios miembros de su familia para compartir en la celebración. Una Misa de Ordenación típicamente es asistida por cientos de sacerdotes, pero en este caso el número tuvo que ser reducido y la mayoría se sentó en una sección de bancas específica en la Catedral guardando la distancia apropiada.  Un pequeño grupo de seminaristas, varios de quienes fueron compañeros del Padre Guzmán en el seminario, ocuparon otra sección de la iglesia.  Un número de laicos locales quienes habían conocido al Padre Guzmán durante su interinato en la parroquia también estuvieron presentes en la Ordenación.

Todos tenían que usar mascarilla facial.  El libro de las oraciones de Ordenación estaba en un atril para que el Obispo lo leyera en lugar de que un monaguillo lo detuviera. Todos los participantes usaron desinfectante de manos durante la liturgia, incluyendo todos los sacerdotes que procesaron al altar para el rito de la imposición de las manos.  Al final, el Padre Guzmán ofreció una bendición a todos los miembros de su familia desde el ambón, en vez de la costumbre de bendecir a cada persona individualmente y tocar su frente.

“El mundo ha cambiado con este virus y yo estoy con el pueblo,” dijo el Padre Guzmán en una entrevista la semana antes de su Ordenación. “¿Quién soy yo para no ser parte de esto también?”

Cuando las directrices del COVID-19 empezaron a tomar efecto él regresó temprano del Seminario de la Asunción en San Antonio para completar sus estudios en la Casa de Formación San Junípero Serra en Grand Terrace. Los Católicos locales lo llegaron a conocer de manera única cuando él servía en la Misa y leía el Evangelio en la mayoría de las Misas Diocesanas que fueron transmitidas en vivo desde la Casa Serra y fueron vistas por miles de personas cada domingo.

La Ordenación del Padre Guzmán tomó lugar en la Fiesta de San Pedro y San Pablo.  El Obispo Barnes llamó a todos los fieles a que acudieran a estas dos “raíces” de la Iglesia en estos días difíciles de la pandemia.

“Se nos ha dado la fuerza para vivir en estos tiempos difíciles,” dijo él. “Sabemos que nuestro Dios nos espera. Nos da paz interior.”

En sus palabras de conclusión el Obispo Barnes anunció que su primera asignación como sacerdote será en Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Riverside, efectivo el 1 de julio.

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Mientras hablaba de su experiencia de racismo a través de décadas, y el clima actual en la nación frente la muerte de George Floyd a manos de funcionarios policiales, la voz del Diácono Don Norris, el único diácono Afroamericano de la Diócesis, empezó a hacerse más fuerte.

“No sabemos lo que va a pasar ni cuando vaya a pasar,” dijo él. “Sólo pedimos igualdad, justicia y esperanza. Le pedimos a nuestra Iglesia que concentre sus esfuerzos a nivel local y que sea proactiva en denunciar el pecado del racismo.”

La Diócesis hizo una denuncia pública del racismo con una Caminata por La Paz el 20 de junio, un día después de la observancia anual de “Juneteenth” el cual marca el día en que los esclavos en Texas recibieron la noticia de su liberación. Más de 75 personas salieron a las calles de San Bernardino, rezando El Rosario y cargando carteles mientras caminaban del Centro Pastoral Diocesano por la avenida Highland hacia el parque Perris Hill. La caminata fue organizada por el Ministerio Diocesano a Católicos de Descendencia Africana.

“Quiero ser visible y mostrar mi apoyo que nosotros como Católicos luchamos contra el racismo, que defendemos a los marginalizados,” dijo Amy Christensen, quien viajó desde 29 Palmas para participar en la Caminata.

Varios otros laicos Católicos vinieron a apoyar el evento. También se unieron cinco sacerdotes, tres diáconos y dos hermanas religiosas. El seminarista diocesano Michael Ezeoke guió el grupo en rezar El Rosario. Cuando el grupo llegó al parque Perris Hill, el Padre Manny Cardoza compartió una reflexión profunda. Compartió que el curso del racismo sólo puede ser cambiado si cada persona está dispuesta a reconocer su papel en el- a través de sus acciones, falta de acción o suposiciones culturales.

“Tenemos que mirarnos a nosotros mismos y ser honestos y decir, “Yo soy parte del problema,” dice el Padre Cardoza, quien es el Párroco de Nuestra Señora de la Esperanza en San Bernardino. “Tenemos que preguntarnos, ¿dónde está el racismo en mi propia cultura que no he reconocido y por el cual no he pedido perdón?”

Philomina Nwarueze, una feligresa de la Parroquia del Sagrado Corazón en Rancho Cucamonga, vino a los Estados Unidos de África hace 35 años. Habló brevemente en la Caminata por La Paz. Aunque ella no nació en Estados Unidos, ella ha llegado a reconocer y experimentar el tipo de racismo que se comete contra los Afroamericanos.

“Yo soy uno de ellos. Compartimos la misma sangre,” dijo Nwarueze. “Por lo tanto, decidí salir hoy y luchar por mis hijos y luchar por mis nietos. Yo quiero que ellos se sientan libres en esta tierra.”

Algunos carteles y palabras de reflexión en la caminata caracterizaron la lucha Católica contra el racismo como un asunto Pro Vida. Tanto el Diácono Norris y el Padre Cardoza afirmaron esta idea, diciendo que cada vez que la dignidad de cualquier ser humano es amenazada, se convierte en un asunto de “Vida” para la Iglesia.

“No puedes ser un seguidor de Cristo si vas a escoger cuales de sus enseñanzas te gustan más,” dijo el Diácono Norris.

Sam Kolendowicz, Directora de Ministerios Pro Vida en Nuestra Señora de la Esperanza, quien es Europea-Americana, se unió a la Caminata por La Paz.

“Estoy aquí para orar para un final a esto [el racismo],” dijo ella. “Me duele que puedo contar el número de personas blancas aquí con una mano.”

Ezeoke, quién es Africano, dice que le ha preocupado ver que algunos de los grupos Católicos que han apoyado el Programa del Seminario y sus eventos se han mantenido callados con respecto al asunto del racismo. Para aquellos que niegan el problema, Ezeoke les ofrece un sencillo consejo.

“Si conoces a una persona negra pregúntale cómo es ser una persona negra en América-entonces sabrás.”

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