Por Mario y Paola Martinez
Ser padre puede ser una responsabilidad abrumadora, especialmente en el mundo de hoy. El enfrentar desafíos como el consumismo, la tecnología, los medios de comunicación y muchos otros problemas puede hacernos sentir impotentes a veces.
Como padres somos responsables de la formación moral y de fe de nuestros hijos, sin embargo, algunos padres desconocen su deber como maestros y modelos de fe dentro de sus hogares. Muchos padres minimizan su papel en la formación de fe de sus hijos, pensando que solo implica llevar a sus hijos a la Iglesia para los sacramentos de iniciación - Bautismo, Comunión y Confirmación - y le entregan su responsabilidad al sacerdote, a la hermana religiosa y a los catequistas que instruyen a sus hijos sobre la doctrina básica. Sin embargo, absolutamente nada ni nadie puede reemplazar la influencia del ejemplo de los padres en la vida espiritual de un niño, específicamente el cultivar un matrimonio de acuerdo al plan de Dios.
El fundamento de la familia cristiana, por lo tanto, se puede encontrar en los sacramentos, particularmente en el sacramento del matrimonio. El santuario de nuestro hogar, nuestra “Iglesia Doméstica”, nos dice la Iglesia, es esencialmente una escuela de santidad para la familia. Hay innumerables oportunidades en nuestra vida familiar cotidiana para crecer en santidad. Muchas veces debemos dejar a un lado nuestra larga lista de tareas para abrazar a nuestro pequeño que llora, o pedir perdón cuando con frustración hemos alzado la voz, o cuando nos ayudamos mutuamente con las tareas domésticas, aún cuando quisiéramos estar viendo nuestro programa de televisión favorito. Todos estos momentos tienen la capacidad de hacernos avanzar en nuestro viaje hacia la santidad. Como el Papa Francisco comparte con nosotros en Amoris Laetitia # 316, “la espiritualidad se encarna en la comunión familiar. Entonces, quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarles a las cumbres de la unión mística.” Tenemos todo lo que necesitamos en nuestra vida familiar ordinaria para alcanzar la santidad. ¡Alabado sea Dios por este regalo!
Como padres, entonces, nuestro objetivo principal debería ser hacer que el amor incondicional e infinito de Dios esté presente en nuestra Iglesia Doméstica, especialmente en la forma en que buscamos el bien de nuestro cónyuge y de nuestros hijos, modelando el amor total que Dios tiene por cada uno de nosotros, Su Iglesia. El Papa Francisco nos dice que “en la familia aprendemos a amar, a perdonar, a ser generosos y abiertos, no cerrados y egoístas ... aprendemos a ir más allá de nuestras propias necesidades, a encontrarnos con otros y compartir nuestras vidas con ellos”. Unas maneras prácticas de ser familias que transmiten el inmenso amor de Dios, es tomar el consejo del Papa Francisco y pensar en la familia como algo que hacemos, no algo que tenemos. Nos invita a pasar tiempo con nuestra familia, organizando “noches de citas familiares” regulares, donde el enfoque se centra en la riqueza del tiempo y la atención, en lugar del destino o la actividad que haremos.
Una forma de compartir tiempo en familia es celebrar la Eucaristía juntos cada domingo. Recientemente escuchamos a un sabio sacerdote de nuestra diócesis enfatizar durante su homilía, que ir a misa en familia no es negociable. No podríamos estar más de acuerdo. Como familias, podemos negociar a qué hora y en qué idioma vamos a misa, pero ir a misa dominical no debe ser negociable. ¡Esta es nuestra oportunidad privilegiada de experimentar el amor de Dios de una manera concreta! Ninguna oración supera el sacrificio sagrado de la Misa. La Misa dominical comunica el mensaje de que valemos más que nuestros fracasos, que tenemos un Salvador que quiere morar en nosotros y darnos algo que no podemos obtener en ningún otro lugar: el amor auténtico, la misericordia total y la vida eterna.
Mario y Paola Martinez son co-directores de la Oficina de Pastoral Matrimonial y Familiar en la Diócesis de San Bernardino.