Comenzando con el momento en que llamó a Pedro y Andrés para que lo siguieran en el ministerio, el Señor Jesús no dudó en pedirles a quienes encontraba que emprendieran un nuevo camino en su vida. Esos muchos momentos en las escrituras, de Pedro a Zaqueo a la mujer en el pozo a Pablo, nos inspiran a mostrarnos abiertos a la transformación que Jesús nos ofrece en nuestras propias vidas.
¿Por qué entonces a menudo nos inquieta tanto la posibilidad de un cambio? Tal vez desafía nuestro sentimiento de seguridad, nuestra necesidad de saber lo que nos espera, el valor que damos a “más vale pájaro en mano”.
En este tiempo del año mi mente siempre se enfoca en el cambio. Celebro tantas liturgias de Confirmación, donde tanto jóvenes como adultos pasan de una etapa de su jornada de fe a la plena iniciación en nuestra Iglesia Católica. Sobrevivieron el programa establecido de formación catequética que ofrecen nuestras parroquias, ahora es momento para que ellos disciernan (con nuestra guía y apoyo) qué camino tomarán en el ministerio y la participación en su iglesia.
Las graduaciones escolares se están celebrando también en todas partes y en todos los niveles, desde escuela secundaria hasta escuela de postgrado. Felicito a todos los graduados por su logro y la dedicación al estudio que han mostrado. Ofrezco mis oraciones por ellos al iniciar ellos el siguiente nivel escolar o en su búsqueda de un empleo en el mundo laboral.
El verano es también un tiempo de transición en nuestras parroquias pues es cuando entran en vigencia los nuevos nombramientos pastorales de sacerdotes y diáconos. Los cambios en el liderazgo pueden ocasionar angustia tanto en el sacerdote como en la comunidad a la que ha venido a servir. En ocasiones el liderazgo de una parroquia o escuela cambia repentinamente, debido a circunstancias imprevistas, haciendo aun más difícil la transición.
Por esta razón nuestra Diócesis tiene un Ministerio de Transiciones, creado para ayudar a las parroquias, escuelas, y grupos de ministerio a sobrellevar cambios significativos. Se invita a los participantes a que expresen sus opiniones y sentimientos, buenos y malos, sobre el cambio, a que escuchen las perspectivas de otros sobre la misma situación, y a que tracen juntos una ruta para seguir adelante compartiendo el ministerio.
¿Y qué dice de nosotros el hecho que necesitemos un ministerio que nos ayude y nos guíe específicamente en las transiciones? Somos humanos y tenemos cierta resistencia al cambio. Pero también somos personas de fe que estamos llamados, al igual que Pedro, Zaqueo, Pablo y otros, a aceptar el cambio con gratitud y confianza en el Señor Jesús. No importa que tan buenas, y seguras, hayan sido las cosas para nosotros, Dios nos llama siempre a lo nuevo. Si aceptamos el cambio de esta manera, somos ejemplos para otros, que tal vez tengan más temor, que después de todo el cambio no es tan malo; nos da vida.
Navegar en estos cambios en nuestras parroquias y en las graduaciones y confirmaciones de nuestras vidas puede verse también como un tipo de ensayo para la más grande de las transiciones. Cuando nos acerquemos al umbral para dejar esta vida terrenal, ¿lo haremos con temor y amargura, o saludaremos con gratitud y confianza en nuestra vida futura en el Señor?
La práctica hace al maestro.