En víspera de la Fiesta de la Inmaculada Concepción, la comunidad nicaragüense nuevamente se reunió en la catedral Nuestra Señora del Rosario, en su amada celebración de la Inmaculada Concepción a la cual sienten doble devoción, por ser la patrona de Nicaragua y de los Estados Unidos de América.  Nuestro Obispo Alberto Rojas presidió una solemne eucaristía y le acompañó nuestro Vicario General Monseñor López.

Un distintivo muy peculiar de esta comunidad es la alegría, que se respira en su ambientación, en sus gritos y alabanzas, en su estilo fraterno de celebrar y compartir. Este año, tuvimos la visita de una pequeña delegación de líderes campesinos, recientemente despojados de sus tierras, de sus familias y de su nacionalidad. Medardo Mairena y Yésica López nos acompañaron, participándonos de un testimonio reciente de cómo aumenta la presión del actual gobierno de Nicaragua sobre la expresión libre de su fe. Medardo estuvo prisionero un año y cinco meses, fue torturado física y psicológicamente. Compartió prisión con sacerdotes y otros laicos, dándose cuenta del amor que tienen a su pueblo estos pastores. Para los católicos nicaragüenses, es doloroso quedarse desamparados de sus líderes espirituales, la salida anunciada de las religiosas les preocupa mucho por el vacío de cuidado que ellas garantizan, sobre todo a los ancianos, a los huérfanos, a los más pobres.

Es impresionante que lejos de apagarse por el miedo, la fe del pueblo se robustece. El amor a la Madre de Dios aumenta, seguros que ella continuará al pie de la cruz de su pueblo, seguro de que Ella, la que no está contaminada por el pecado, fortalecerá a sus hijos para luchar contra los pecados del mundo. Nuevamente volvemos a sentir que la expresión de Tertuliano a los comienzos de la Iglesia “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos” se cumple en la Nicaragua perseguida.