Por Petra Alexander


Entre los latinos, es común referirse a El Salvador como “El Pulgarcito de América”, refiriéndose a un cuento popular de un personaje muy pequeño. Sin embargo, El Salvador es un país de intensa vida católica, fortalecida por los santos del siglo pasado: Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el Padre Rutilio Grande, los jesuitas de la UCA, y tantos cristianos sacrificados, que han vuelto a dar cumplimiento a la afirmación de Tertuliano: “Sangre de mártires, semilla de cristiandad”.


Este pasado 6 de Agosto, Monseñor Gerardo López, representando a nuestro obispo Alberto Rojas, señaló el cumplimiento de este principio teniendo como ejemplo a todos los ministros ordenados que en una pequeña asamblea de salvadoreños en la diáspora de San Bernardino, concelebraban con él: el padre Moisés Henriquez FMM, Nelson Bonilla FMM, Bryant Rivas y Andrés Rivera.


Los diáconos Manuel Vides y Hernán Calderón. Faltaban varios diáconos más: Roberto Hernández, José Serrano y Armando Hernández, quienes estaban fuera. Monseñor señaló que no es coincidencia estar tan bendecidos en la parroquia San Salvador cuyo párroco, el Padre Moisés, nos abría las puertas para recibirnos con generosa hospitalidad.


Los católicos salvadoreños que se dieron cita el 06 de Agosto iniciaron la Santa Misa procesionando imágenes y símbolos que convocan al pueblo: la bandera nacional, Nuestra Señora de la Paz, Monseñor Romero y el Divino Salvador del Mundo. Los colores azul y blanco se agitan para recibir a esta delegación de un pueblo que ha sufrido mucho y que, en la diáspora, trabaja duro para salir adelante.


En su homilía el Padre Henríquez habló de la importancia de mantener vivas las raíces de la fe y la cultura: “Venimos de una patria física que se llama El Salvador. Somos un pueblo creyente en Jesucristo… y a través de este encuentro [hoy] nosotros renovamos esas raíces cristianas de donde nosotros venimos.” El Padre Henríquez también habló de como Jesús, en su transfiguración, nos invita a participar en su divinidad. Y por lo tanto, la importancia de “subir al monte con Jesús” es decir crecer espiritualmente. Ya que “Si estamos bien espiritualmente podemos iluminar la realidad en la que nosotros nos encontramos,” dijo el Padre Henríquez.


El cónsul de El Salvador en San Bernardino, Manuel Flores, expresó su alegría por esta tradición que se renueva a la que se van sumando más voces y más corazones. Uno de ellos es de Ana María Medrano, con su voz, animó canciones populares. Otro el de María Alvarenga quien montó una cocina popular en el patio parroquial ofreciendo pupusas y aguas frescas, con un equipo de animosas mujeres. Además de dar gracias a Dios por esta celebración, nos quedamos con el eco de las promesas de Monseñor Romero: “Si me matan, resucitaré en el Pueblo Salvadoreño.” Nuestra oración se mantiene por las nuevas generaciones, para que los hijos de estos inmigrantes guarden este depósito y sigan fieles a la fe de sus padres.