Por Petra Alexander


Sonia González llegó a nuestra diócesis como tantos inmigrantes, a trabajar duro. Después de vivir un tiempo en Riverside cuidando niños, unas amigas la invitaron a abrirse camino en el Valle de Coachella y allá fue encontrando casas para limpiar. Su trabajo iba bien cuando sorpresivamente perdió su salud y recibió un diagnóstico de lupus. Se acercaba el 12 de Diciembre y le hablaron de la marcha guadalupana. Sus pies estaban llagados y tenía tanto dolor, que ponía en pie sólo para lo más necesario. Dos de sus amigas la motivaron y, como si ellas fueran muletas, la ayudaron a salir del Hospital Kennedy para que se uniera con el río de peregrinos, y al menos con unos pasos, pidiera su salud a la Virgen de Guadalupe. Sonia se emociona de recordar su primera participación. “Ese día, entre lágrimas incontenibles comenzé un camino nuevo, que siguió y siguió.”


Sonia es actualmente la líder del Comité Central, que moviliza 7 parroquias en 7 ciudades del desierto. Se calcula que posterior a la pandemia, el año 2022, unas 20 mil personal retomaron esta tradición. Desde su primera experiencia, Sonia ha tomado las palabras del Salmo 25,4: Muéstrame Señor tus caminos, enséñame tus senderos. Una vez que recuperó su salud, Sonia entró a un proceso de conversión: hizo los retiros de Pathfinger, participó con las comunidades del Programa Misionero, colaboró en los ministerios y ha sentido que la Virgen de Guadalupe la ha puesto en marcha para encontrar a su Hijo. Desde su primera experiencia de camino, se llenó de ánimo como si un motor la impulsara al servicio. Ha dedicado su tiempo y sus esfuerzos a animar el movimiento guadalupano, a unir voluntades de otros guadalupanos que tienen experiencias como la suya y que generosamente, se ponen en la misma ruta.


Sonia también sabe que quien se pone en el camino del Señor encuentra la prueba. Le pregunto cuáles han sido las pruebas de organizar esta gran peregrinación. Sonia respira hondo y comienza a enumerar: “Como inmigrante, es difícil comprender cómo solicitar regulaciones a las ciudades, conocer a los responsables de cada departamento, saber hacer mapas, agendas, posters. No creas que tú llegas con la propuesta de Ruta. Son las autoridades de cada ciudad las que consultan te asignan las calles, las mejores horas, sus requisitos de seguridad, de salud, de orden. Otra prueba muy dura es buscar el dinero para que en cada ciudad se paguen las cuotas. En su total, esta peregrinación cuesta más de cincuenta mil dólares en gastos porque se necesita una ambulancia delante y otra atrás, patrullas, rentar baños… Cada año, la Peregrinación va haciendo paradas, son 32 millas desde Nuestra Señora de la Soledad en Palm Spring hasta Coachella. Hacemos una parada en Catedral City donde generosamente la feligresía de esa parroquia nos ofrece una hospitalidad que para muchos peregrinos que han llegado de madrugada, equivale a un desayuno. Después hacemos otra en Palm Desert, y allí también tenemos otro espacio de descanso y nos ofrecen un lunch. Y nos seguimos hasta Coachella. Hay peregrinos que caminan solo partes, pero hay muchos que hacen toda la ruta.


Otra prueba difícil está dentro de las parroquias. A veces hay incomprensión de otros líderes, en el caso del Comité Central actual, se compone de 2 líderes de cada parroquia y la mayoría somos mujeres. También es difícil el cambio de sacerdotes, cuando ya tenemos a un pastor que nos apoya, viene otro nuevo al que hay que introducir. Es un constante solicitar permisos para hacer actividades y sacar esos fondos para los costes de ciudades y protección.”


Le pregunto a Sonia si ha tenido satisfacciones en estos 4 años de organizar la Gran Peregrinación, responde muy firme: “Afortunadamente son más las alegrías y las buenas experiencias que las pruebas. Me gozo cuando termina la peregrinación y hay tantos testimonios de personas que han caminado porque tienen una cita de inmigración, porque tienen a un ser querido en la cárcel o en adicciones. Los que tienen peticiones de salud, vivienda, trabajo, familia… y los que vienen a dar gracias de tantas bendiciones… Me gozo de ver que hay tantos jóvenes que se ponen en camino y que poco a poco van conociendo el amor de nuestra Madre. Hemos tenido la dicha de contar con sacerdotes no latinos que acogen la fe de los inmigrantes, nos dan ánimo, nos facilitan cumplir las metas. Pero creo que la mejor experiencia es la de sentirse Pueblo de Dios, somos peregrinos todos, vamos en el camino de la vida y sentimos que entre todos, formamos esa comunidad de hijos en el Hijo, que buscamos el abrazo maternal de la más amorosa de las Madres: Nuestra Señora de Guadalupe.”


Petra Alexander es la Directora de la Oficina de Asuntos Hispanos de la Diócesis de San Bernardino.