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Por Anneliese Esparza
Directora Editorial

Pasar de jugar basquetbol en la calle con jóvenes de la zona (algunos que pertenecían a pandillas) a obtener un Doctorado de la Universidad Pontificia Urbaniana en Roma ambas forman parte del ministerio y vida del sacerdote diocesano el Padre Javier González-Cabrera. El Padre González-Cabrera completó su tesis doctoral a finales de 2021 sobre cómo lograr la renovación eclesial a través de regresar a los constantes básicos de la fe, y espera con emoción usar esta idea central al comenzar sus nuevos ministerios como Director de Formación Pastoral en la Casa Serra y como Vicario Parroquial en Santa Adelaida en Highland.

El Padre González-Cabrera recibió su licenciatura en misiología (el estudio de las misiones), y no solo las misiones en el sentido de evangelizar a personas de otros países que no han escuchado el Evangelio. “Hablando bíblicamente, ser discípulos misioneros activos significa tener un estilo de vida donde siempre proclamamos y somos testigos vivos de Dios,” dijo el Padre González-Cabrera. Todos estamos llamados a ser discípulos misioneros activos.

La tesis del Padre González Cabrera plantea la idea de que, para poder vivir una renovación eclesial, el pueblo de Dios debe regresar a los siete “constantes” de la fe: el Amor Cristiano, la relación permanente e íntima entre Dios y los creyentes, la fraternidad Cristiana, el servicio Cristiano, el discipulado, la formación Cristiana continua, y el Reino de Dios. Prácticamente, esto se puede lograr a través de un énfasis renovado en los aspectos básicos de la fe como la oración, el servicio del uno al otro y los Sacramentos, dice él.

“Al mirar estas cosas, podemos decir, “Es tan obvio.’ Pero podemos hacer la pregunta, ¿qué tan seguido realmente lo hacemos?” dijo el Padre González-Cabrera.

El Padre González-Cabrera ha estado sirviendo en varios ministerios desde su Ordenación en 2008. Su primera asignación fue como capellán de hospital y sacerdote en la parroquia de San Jorge en Ontario, antes de servir como Director Asociado de Vocaciones por seis años. Durante este tiempo también sirvió de manera más informal a los jóvenes de las calles a través del deporte. En vez de predicarles, él evangelizaba con su ejemplo y su presencia, así llevando a que muchos de estos jóvenes regresaran a la fe.

Pero también sintió un llamado a obtener su doctorado, para poder crecer en conocimiento y servir mejor a los fieles de la Diócesis. “Realmente creo que esta fue la voluntad de Dios para mi de ir [a Roma],” dijo él, explicando que él sentía que lo ayudaría a ser mejor pastor para el pueblo.

Estudiar en una universidad académicamente rigurosa en un país extranjero (con clases en italiano) durante una pandemia no fue tarea fácil. El Padre González-Cabrera atribuye su capacidad de superar estos obstáculos a “la gracia de Dios.” A pesar de las dificultades, el Padre González-Cabrera dijo que la oportunidad de vivir en Roma estudiando y aprendiendo en una comunidad con otros estudiantes fue muy agradable.

Solo un poco más de cuatro años desde que se fue a Roma, el Padre González-Cabrera está de vuelta en el ministerio a la Diócesis, y está listo para poner manos a la obra. “Lo veo como una bella bendición estar aquí en esta comunidad, concretamente en las vidas ordinarias de las personas,” dijo él.

Ya ha sido inspirado por uno de los parroquianos de Santa Adelaida en Highland, una mujer que hace rosarios. “Esta mujer vino a mí y me dijo, ‘Padre, no tengo muchos dones, no tengo una educación, pero mi don es hacer rosarios.’

Y el reto y la bendición para mi es de reconocer, ‘Guau, si ella, que es tan sencilla, nunca fue a la escuela, está dando esto, ¿qué estoy aportando yo?”

Trabajando con los seminaristas de la Casa de Formación Serra como Director de Formación Pastoral, el Padre González-Cabrera planea guiar a los hombres jóvenes a hacer prioridad la oración y de ser intencionales en imitar a Cristo en su amor por su prójimo y darles un buen fundamento para su jornada hacia el sacerdocio.

El Padre González-Cabrera dio el ejemplo de un seminarista a quien se le acercó una familia que buscaba el Sacramento de la Unción de los Enfermos para un miembro de su familia que estaba enfermo. Aunque él no podía dar el Sacramento, el permaneció con la familia para orar con ellos y acompañarlos en vez de simplemente llamar a un sacerdote e irse. Un seminarista que actúa de esta manera se convierte en un sacerdote que realmente ama y cuida de su pueblo, dijo el Padre González-Cabrera.

Tanto en su ministerio en Santa Adelaida y con los seminaristas, el Padre González-Cabrera reconoce que con frecuencia las acciones hablan más fuerte que las palabras. “Las palabras tienen poder, pero muchas veces, un testimonio vivo es mucho más poderoso. Y es por eso que es una bendición pero también un reto para mí,” dijo él.

Al traer lo que aprendió en Roma a la Diócesis de San Bernardino, el Padre González-Cabrera quiera enfatizar una cosa: todos- él mismo, sus parroquianos, los seminaristas, todos en nuestra Diócesis y aún en todo el mundo-estamos llamados a ser discípulos misioneros activos, y todos somos una parte importante de lograr la renovación de la Iglesia.