Por José Luis Elias
¿Cómo has vivido las dificultades de los últimos años? ¿Cómo tu familia ha sido impactada? ¿Cómo piensas que ha cambiado la sociedad? ¿Qué piensas del papel de la Iglesia?
Estas son algunas preguntas que pueden ayudarnos a recibir en nuestras vidas el tiempo de gracia del ciclo Cuaresma-Pascua de este año.
En estos últimos años nos hemos sentido presionados por tantos y tan rápidos cambios a nivel social, familiar y religioso. El ambiente previo a la elección de nuestro actual presidente fue de mucha tensión por las grandes divisiones ideológicas y sociales y las múltiples reacciones que se vivieron entre los ciudadanos, algunas de ellas de violencia.
Salieron a la luz muchas cosas que aún no hemos superado: el racismo, la discriminación, el partidismo, los intereses privados, la manipulación de la información, y muchas otras cosas que han creado confusión y desorientación.
Se ha visto cómo el ambiente político influye en lo económico y no solo a nivel local, sino también nacional e internacional, con efectos devastadores. Un ejemplo es la inflación la cual hace que los productos de consumo diario incrementen, algunas veces hasta en más del doscientos por ciento.
Por otro lado, la gente es tentada a continuar participando en eventos y costumbres que requieren de grandes gastos, como asistir a un concierto, a un juego de futbol, o a una cena en un restaurant especial. Este panorama hace más difícil de asimilar el impacto de la pandemia.
Nuestra sociedad ha vivido etapas no solo de debate e incertidumbre, sino también de dolor y angustia. El ambiente social adverso hace que muchas personas busquen sus propias respuestas al margen de lo que el gobierno o la Iglesia digan.
En las familias surgen posturas diferentes entre sus miembros que provocan divisiones y tensiones. La educación oficial, por su parte, acentúa la libertad del individuo a tal grado que, incluso le propone la elección de género y una libre expresión que no mide consecuencias sociales.
Es entendible que tanto la familia como la sociedad vivan tensiones, incertidumbres y estrés a unos niveles altos.
¿Y cómo ve la gente el papel de la Iglesia? Se pregunta, ¿por qué hay actividad en los mercados y en todos lados, pero en las iglesias no?
¿Por qué los ministerios no se abren y se hacen en-persona? No entienden lo que pasa. No tienen información de lo que la diócesis o las parroquias están ofreciendo y no hacen mucho por buscarla.
Muchos prefieren vivir su fe independiente de la diócesis y parroquia local; rezan con medios que encontraron en las redes sociales, no conocen o no les gusta lo que su parroquia está haciendo o dejando de hacer y prefieren caminar de manera paralela a su parroquia.
Es necesario ver la realidad de una nueva manera. En este contexto tan complejo donde a veces no sabemos qué hacer, aparece una vez más la voz de la Iglesia con esta invitación, el Miércoles de Ceniza: “Conviértete y Cree en el Evangelio… Recuerda que eres polvo y al polvo has de volver”.
Y la Palabra de Dios nos ilumina: “Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto… Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso… Quizá se arrepienta, se compadezca de nosotros y nos deje una bendición” (Joel 2, 12-14).
Todos los bautizados somos la Iglesia y estamos llamados a vivir una continua conversión y a ser el pueblo que Dios quiere, no aislados, sino como comunidad.
El reto es: despertarnos y vivir la fe de una manera más consciente e intencional, mostrar con nuestra manera de vivir la Palabra, que la Iglesia está viva y activa y que tiene algo muy importante que decir a través de nuestra diócesis, nuestra parroquia y nuestra participación.
Cultivemos los valores que nuestras familias nos han heredado. Respondamos con firmeza a esta desafiante realidad. Cuidemos la fe, pero también, el dinero, los bienes materiales, las cosas creadas, seamos responsables en el trabajo, hagamos una mejor planeación.
Aprendamos a ahorrar, a gastar menos, a vivir de una manera más austera.
Visitemos a los que sufren, seamos solidarios con los que menos tienen, poniendo nuestro amor en acción con actos de caridad y de justicia.
Unidos en nuestra fe, llevemos la luz y la fuerza de Cristo, muerto y resucitado, a las realidades que nos toca vivir.
¡Tal vez este sea el ayuno que más le agrade al Señor!
José Luis Elias es el director de la Oficina de Educación y Formación.