Reflexion
Por Jeanette Arnquist
Aquí estamos de nuevo, en la sombra de una elección presidencial que ha dejado a nuestra nación y a nuestra comunidad de fe profunda y amargamente dividida. En 2016 y en la elección del 2020 la elección fue ganada por solo un poco más de 300 votos del colegio electoral. Esto suena como una mayoría sustancial, pero en realidad, la diferencia en el voto popular fue un porcentaje pequeño, algo como 2% en 2016 y 3.6% en el 2020. En los dos años muchas personas estaban al lado que perdió y experimentaron dolor.
Yo tenía un amigo que pensaba que votar era un acto violento porque creaba perdedores. Mientras que nunca estuve de acuerdo con la idea de no depositar mi voto, tengo que admitir que hacía un punto importante. Es una subestimación decir que perder una elección importante no se siente bien.
Dentro de la comunidad católica, los datos nos dicen que el voto en el 2016 y en el 2020 estaba dividido casi en partes iguales entro los candidatos. Basado en lo que las personas me han dicho y lo que he visto en las redes sociales, muchos católicos de fe profunda, que apoyan a Demócratas y Republicanos, han justificado su voto usando la religión o las sagradas escrituras.
El otro día salí al rancho. Mientras caminaba con Pat, el dueño, me di cuenta de que había blancos pintados con un agujero de bala en el centro alrededor de todo el rancho. Estaban en los cercos, al lado del establo, en un árbol, en un cartel. Le pregunté a Pat “¿Hiciste tu esto?” Pat me respondió “Sí.” Intentando hacer conversación, le comenté “¡Eres bueno para disparar!” Pat respondió “No es tan difícil si disparas primero y pintas el blanco después” (Esta historia se me contó hace muchos años por Peter Ediger, uno de los fundadores de la Experiencia del Desierto de Nevada [Nevada Desert Experience ]. Falleció en 2012).
Toma un momento para preguntarte a ti mismo si disparas primero y luego pintas el blanco después, o, en otras palabras, si comienzas con una opinión que ya tienes y buscas una cita de la Biblia o el Papa para apoyarla.
Si nosotros, de otra manera, comenzamos con nuestra fe, entonces votaremos por las cosas que apoyan a las personas vulnerables (no nacidas y nacidas). Miraremos a nuestros hermanos y hermanas que están sufriendo con ojos de compasión y desearemos hacer el mundo mejor para ellos. Nos esforzaremos a amarnos unos a otros, a amar a nuestros enemigos, como Jesus tan claramente nos enseño. Esto quizás no sea fácil, pero es lo que debemos hacer. Comprenderemos que el sueño de Dios para nosotros es vivir y votar para promover el bien común, para todos en el planeta y para el planeta mismo.
El votar se acabó por ahora y quedamos divididos. Seamos compasivos el uno con el otro, comprendiendo que la mitad de nosotros estamos afligidos.
San Pablo exhortaba: «Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran» (Rm 12,15). Cuando el corazón asume esa actitud, es capaz de identificarse con el otro sin importarle dónde ha nacido o de dónde viene. Al entrar en esta dinámica, en definitiva experimenta que los demás son «su propia carne» (Is 58,7).- Papa Francisco - Fratelli Tutti, # 84
Seamos amables los unos con los otros. Evitemos demonizar el “enemigo” político. No se llamen nombres. No peleen, porque a veces el estar en desacuerdo significa no entender. Por la tanto, escúchense unos a otros. Porque (ojalá pronto) estaremos sentados el uno al lado del otro en la Misa, nos tomaremos las manos en el Padre Nuestro y nos daremos un abrazo en la señal de la paz.
Jeanette Arnquist es la ex Directora del Departamento de Vida, Dignidad y Justicia para la Diócesis de San Bernardino. Ella está retirada y vive en Tucson, Arizona donde se mantiene activa en ministerios de asuntos sociales.