Por Anneliese Esparza
Directora Editorial
Muchas millas al este del corazón urbano de la región del Inland Empire se encuentra Mecca, una pequeña comunidad campesina en la orilla del norte del Mar Salton. Los seminaristas de la Diócesis viajaron a esta comunidad remota el mes pasado para poner su fe en acción, recogiendo limones junto con los trabajadores campesinos que trabajan arduamente todos los días para que tengamos comida en nuestras mesas.
El viaje misionero fue planeado por el Padre Javier González-Cabrera, que asumió el puesto de Director de Formación Pastoral en la Casa de Formación San Junípero Serra el verano pasado, es una de las maneras en que el Padre González-Cabrera está cumpliendo la meta de animar a los seminaristas (y de hecho a todos) a convertirse en lo que él llama “discípulos misioneros activos.”
“Nuestra fe tiene dos dimensiones. Una es la que se llama la teología fundamental, que es el conocimiento, la sustancia de nuestra fe. Es bueno conocer esta…pero también existe la otra dimensión, la experiencia viva de nuestra fe,” dijo el Padre González-Cabrera.
Muchas veces existe un espacio o una desconexión entre lo que enseñamos y creemos como Católicos y como lo ponemos en práctica de maneras concretas, dice él. “Al hacer estas cosas sencillas [como trabajar en los campos], eliminamos ese espacio,” dijo él.
“Eso significa que nos cansamos un poco,” dijo él con una risa, “pero también lo gozamos mucho.”
Los seminaristas estaban de buen humor al recoger los limones en esta mañana soleada de octubre. Las ramas espinosas y el clima de 80 grados no los detuvo de hacer bromas, hablar, reírse y cantar en voz alta canciones en español en honor a la Virgen María.
Minh Hoang, que entró al seminario en agosto, dijo que para él la experiencia fue “muy emocionante y una gran lección de humildad.”
“Creo que la humildad es muy necesaria para un sacerdote y por supuesto, estoy intentando ser un sacerdote en el futuro. Creo que esta es una buena práctica…Esta es la creación de Dios, todos estos árboles. Me siento agradecido tan solo de poder recoger los limones,” dijo Hoang.
Después de varias horas de trabajo duro y sudor bajo el sol caliente, el grupo tomó un descanso para almorzar burritos hechos en casa y bebidas frías que los campesinos trajeron para compartir. En la tarde, los seminaristas hicieron ministerio de diferente manera, al visitar las casas de las familias locales.
Un seminarista de segundo año, Christopher Rodriguez dijo que fue “impresionante” trabajar con las personas en los limoneros. Es una cosa leer el Evangelio…es otra cosa vivir el Evangelio tú mismo en tu propio ministerio,” dijo él.
“Al estar ahí, y después también cuando visitamos a las familias, somos el rostro de Cristo. Somos los que estaremos ahí para mostrar el amor de Cristo, ya sea lo conozcan o no. Creo que es una maravillosa oportunidad para todos nosotros que somos seminaristas…No se trata solamente de los estudios, aunque eso sea una gran parte, pero es un balance entre eso y el ministerio práctico en la vida real,” dijo él.
“Eso es lo que significa realmente ser servidor de Cristo,” añadió él.
Junto con los seminaristas y el Padre González-Cabrera también los acompañó el Padre Emmanuel Ukaegbu-Onuoha, el Director de la Formación Académica de la Casa Serra, quien también encontró la experiencia enriquecedora. “Para mí compartir este momento con ellos es lo que creo que el Papa Francisco está diciendo, la formación en el discipulado misionero al ser testigos. Si celebro la Misa y solo hablo con ellos en el salón de clases, sí, quizás todavía crean, pero es un ejemplo más fuerte si me ven en acción con ellos,” dijo él.
En cuanto a los campesinos, ellos se sintieron alegres que los seminaristas los acompañaran en su labor. “Para nosotros que trabajamos en los campos, no es fácil…con frecuencia sentimos frío o calor; a veces llueve y nos mojamos; hay espinas…es difícil,” dijo la supervisora, una mujer llamada Hilda Elías Clemente. Elías Clemente ha trabajado en los campos por 20 años, y es inmigrante de México, como la mayoría de los trabajadores campesinos en California. “Me siento emocionada y agradecida que [los seminaristas] vinieron,” dijo ella.
El Padre González-Cabrera tiene planeado llevar a los seminaristas en viajes misioneros por lo menos dos veces al año, quizás volver a los campos o quizás encontrar otra manera de servir al pueblo de Dios de manera concreta.