por el Obispo Alberto Rojas
Queridos amigos, paz y bienestar para ustedes y sus familias. Pido a Dios que se mantengan saludables y protegiéndose muy bien. No hay duda de que todos hemos estado teniendo experiencias muy difíciles sobre todo en los últimos meses con la pandemia. Nuestras vidas han sido sacudidas e interrumpidas de tantas maneras que nunca hubiéramos ni siquiera imaginado. La incertidumbre que sentimos todos los días con todo lo que está pasando a nuestro alrededor, no solo puede llevarnos a la depresión y a perder la cordura, sino también a enfocarnos en el lado negativo de la vida, de nosotros mismos, de los demás y hasta del medio ambiente. Y así, la vida pudiera parecer como un reto mucho más grande. Pero no tiene que ser así necesariamente; con un pequeño giro en nuestra perspectiva de ver las cosas podemos hacer una gran diferencia.
Sin embargo, es difícil cambiar nuestro enfoque si no somos conscientes de cómo estamos respondiendo a las cosas que nos ofrece la vida diariamente. Muchas veces respondemos automáticamente a algunas situaciones solo por costumbre. Y sería muy bueno para todos que hiciéramos un esfuerzo por ser más conscientes de las maneras en que reaccionamos para que podamos interrumpir nuestro comportamiento y darnos el tiempo para reflexionar y actuar con más prudencia.
Cuando nos enfrentamos a una situación que se ha vuelto más retadora de lo que habíamos pensado, muchos de nosotros reaccionamos pensando que somos un fracaso y que nada nos sale bien. El autoanálisis que nos hacemos muchas veces es degradante. Y ese sentimiento de fracaso puede recordarnos también de las veces que en el pasado no pudimos lograr algunas cosas que nos habíamos propuesto. Si continuamos enfocándonos en esas experiencias de mal sabor, es probable que poco a poco lleguemos a convencernos de que una pequeña piedra es una gran montaña. Todos cometemos errores de un modo o de otro; así es como aprendemos muchas cosas. Pero no olvidemos que los errores no pueden definir quienes somos a menos que lo permitamos.
Siempre hay una manera positiva o negativa de ver todas las cosas que hacemos, pero también siempre tenemos opciones y podemos escoger. Dios nos creó a todos a su imagen y semejanza y nos dio el libre albedrío o libertad de voluntad, y esto quiere decir que tenemos la libertad para escoger. Los animales no fueron creados a imagen y semejanza de Dios y no tienen la opción de escoger; es un regalo que solo los humanos tenemos. Entonces, una buena pregunta sería: ¿Cómo escogemos? Si escogemos tratando de ver la situación de una manera positiva, los errores podrían verse como una experiencia para aprender. Una vez que hemos cometido un error, podemos comprender lo que no debemos hacer para la próxima vez; y esa es una buena y valiosa lección.
También podemos ver el error de una manera negativa, y cuando escogemos tomar esa ruta, generalmente envuelve culpabilidad; nos culpamos a nosotros mismos o le echamos la culpa a otra persona o situación. Si notamos que nos culpamos a nosotros mismos o a otras personas, esa sería la clave para saber que debemos hacer una pausa, respirar profundo y volver a enfocarnos.
Ahora, saber escoger con prudencia es una responsabilidad seria donde todos necesitamos orientación. Lo bueno es que la orientación siempre está disponible y todo lo que tenemos que hacer es preguntar. Por ejemplo, antes de empezar cualquier cosa, podemos tomar un tiempo para reflexionar e invocar la asistencia del Espíritu Santo. Mucha gente no cree en el poder que tiene la oración, pero Cristo nos prometió la asistencia del Espíritu Santo como una realidad siempre presente para nosotros. En el Evangelio de San Juan 14:25-26 Cristo nos dice, “Les he dicho esto mientras estoy con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho.”
Obviamente, cuando habla de “todas las cosas,” entendemos que se refiere a todas las cosas buenas para nosotros. En otras palabras, nunca ha habido un momento o situación en nuestras vidas donde el Espíritu Santo no esté disponible para asistirnos. Dios nunca nos ha abandonado y nunca lo hará. La verdad es que a veces solo se nos olvida preguntar. Cuando nos clasificamos como un fracaso, disminuimos el potencial que tenemos en lo que realmente somos. Como seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, nunca somos un fracaso. Estamos aquí en la tierra con un propósito bueno, para aprender más de nosotros mismos, de nuestro Creador y amoroso Dios; para mantener una relación de amor y paz con Dios y con los demás.
La vida es un regalo precioso y un privilegio que Dios nos dio para disfrutarlo – la intención nunca fue tenerla como un castigo, como algunos pudieran pensar. Entonces, hay que llenarnos de entusiasmo y recordarnos unos a otros del enfoque que debemos dar a nuestras vidas con el verdadero significado de quienes somos realmente. Mantengamos la relación con Cristo y unámonos orando unos por otros siempre. Recordemos que hay que escoger un espíritu positivo y tratemos de disfrutar esta aventura maravillosa que es la vida. Hay que sonreír, avanzando con esperanza y eternamente agradecidos en esta peregrinación por la tierra. Muchas gracias por leer esta simple reflexión. Paz y bendiciones para todos.