Por Petra Alexander
Para muchos hispanos, inmigrantes de países latinoamericanos, la palabra “católico” significa el nombre de la religión de la mayoría de los creyentes. Al llegar a los Estados Unidos se dan cuenta que hay otros grupos religiosos que se identifican también como católicos, aunque no siguen nuestras normas y tradiciones.
En las palabras del Credo decimos: Creo en una sola Iglesia, santa, católica, apostólica. Estas palabras están ligadas a una larga historia. Pertenecer a la Iglesia no es solamente estar inscrito o estar activo, sino también estar en comunión. La común-unión, va más allá de aceptar acuerdos, pólizas y reglamentos, es estar de acuerdo en cómo entendemos los valores del Evangelio, cómo interpretamos la Sagrada Escritura, y qué tradiciones guardamos. La comunión significa que en Roma y hasta los confines de la tierra, compartimos una fe común que se expresa en la liturgia, en la moral, en las enseñanzas más importantes como es el Credo. Comunión también significa unidad en la estructura de la Iglesia, pues somos el Pueblo de Dios y estamos guiados por nuestros obispos y sacerdotes en diócesis, parroquias y en otras organizaciones y estructuras eclesiales.
Pertenecer a la Iglesia implica guardar la unidad en lo espiritual y en los aspectos visibles y organizativos, pues somos una institución pública. Es frecuente encontrar en el área de nuestra Diócesis, templos cristianos que se autodenominan católicos que ni están en comunión con el Papa Francisco ni con nuestro obispo Gerald Barnes. Numerosos inmigrantes son confundidos y llegan a creer que estas otras iglesias son parte de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, pero no es así. Algunos hispanos asisten a sus servicios religiosos en estas iglesias porque están en su barrio y porque no entienden la diferencia. Poco a poco notan algo, por ejemplo, que algunos sacerdotes se autonombran obispos, que celebran los sacramentos como la Confirmación y la Primera Comunión sin una preparación suficiente o que aceptan en cualquier ministerio a personas divorciadas vueltas a casar o que viven en unión libre.
Nosotros nos identificamos como cristianos católicos que seguimos a Jesucristo en una comunidad unida por la fe que confesamos, por la participación en los sacramentos y en la oración y por nuestra forma de vida, es decir nuestra moral. Nos preparamos a través de los programas de educación religiosa y formación en la fe para comprender y vivir nuestro credo, celebrar nuestros sacramentos y transformamos el mundo con los valores anunciados por nuestro Señor Jesucristo. Sabemos que en la medida que profundizamos en nuestra fe y conocemos mejor nuestra historia y nuestra doctrina amamos más a nuestra Iglesia y a sus ministros. Sabemos que cuando en las familias rezamos unidos, y mostramos a nuestros hijos las enseñanzas que hemos recibido de nuestros sacerdotes, obispos y del Papa Francisco, continuamos la tradición que hemos recibido de nuestros mayores. Esta es la mejor manera de mantener la unidad de la Iglesia y que los hermanos en la fe no se confundan con otras religiones o denominaciones que, aunque parecen que son de los nuestros en realidad no lo son. Es muy importante que como miembros del Cuerpo de Cristo trabajemos en mantener la unidad de nuestra Iglesia, esto implica que participemos en nuestros ritos y celebraciones en templos e iglesias que están en comunión con nuestro obispo, que sepamos que el párroco y los sacerdotes que sirven en esas iglesias han recibido un nombramiento específico del Obispo Gerald Barnes y de nadie más. Además, que siguen las normas de la Diócesis de San Bernardino en la preparación y celebración de los sacramentos.
Muchas personas optan por llevar a sus hijos a celebrar sus sacramentos de Bautizo, Primera Comunión, o Confirmación en estas otras iglesias por la aparente facilidad con que se puede cumplir con los pocos requisitos que piden, ya que exigen un mínimo de preparación. Sin embargo, estas otras iglesias no están en comunión con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana a la cual pertenecemos y, por lo tanto, los sacramentos que estas otras iglesias ofrecen no son legítimos en nuestra Iglesia. Esto les traerá problemas a futuro, sobre todo cuando quieran estas personas contraer matrimonio en nuestra Iglesia y no puedan porque sus sacramentos son inválidos.
Mi invitación más importante es que llevemos una vida de amor y que mantengamos el espíritu de Jesucristo en nuestra vida, pero al mismo tiempo que nos sintamos miembros de la Iglesia católica apostólica y romana y que procuremos su unidad. No está bien que comulguemos en otras iglesias, es muy importante sentirnos orgullosos de la Iglesia a la que pertenecemos y en la que queremos perseverar por el resto de nuestra vida.
A lo mejor alguien no nos trató bien y tuvimos algún problema en nuestra comunidad, pero ninguna de estas malas experiencias nos debe alejar de la comunidad fundada por Jesucristo, Dios y Señor que encomendó a sus apóstoles ir por todo el mundo bautizando en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. n Petra Alexander es la Directora de la Oficina de Asuntos Hispanos de la Diócesis de San Bernardino.