Por John Andrews
Un par de vallas y un dique seco que cubre el espacio aproximado de un campo de fútbol era todo lo que separaba al Obispo Gerald Barnes del Papa Francisco conforme el Santo Padre celebró la misa en Ciudad Juárez el 17 de febrero.
El Obispo Barnes pudo ver los gestos que hacia el Papa a los del otro lado de la frontera y se dio cuenta que los pájaros volaban libremente de un lado a otro entre El Paso y Juárez. A pesar de que parecía tan poco que separa los dos países, el debate sobre la inmigración sigue siendo intensa en esta temporada electoral.
“Fue interesante ver esa línea, y lo que nos divide”, dijo el Obispo Barnes, que pasó muchos años ministrando en Texas después de su ordenación sacerdotal.
Fue uno de los seis obispos estadounidenses que participaron en la Misa Papal fronteriza desde el lado de la valla de EE.UU. en El Paso. A él se unieron el Arzobispo Joseph Kurtz de la Arquidiócesis de Louisville y actual presidente de la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos (USCCB), el Obispo Eusebio Elizondo de la Arquidiócesis de Seattle, el Arzobispo John Wester de la Arquidiócesis de Santa Fe, el Obispo Brendan Cahill de la Diócesis de Victoria, Texas y el Cardenal Roger Mahony de la Arquidiócesis de los Ángeles.
Los seis se encontraban en una zona con cerca de 600 personas cerca de la Parroquia Pío X en El Paso, todos cuales eran personas indocumentadas o los que sirven a los indocumentados. A pesar del calor fuera de estación, el Obispo Barnes dijo que disfruto conversando con los inmigrantes y escuchando sus historias durante un par de horas antes de caminar una milla y media al dique para ver la misa.
El punto culminante de la misa fue después de que el Papa Francisco rezó en las tres cruces al otro lado de la frontera y luego ofreció una bendición para los que miraban desde el lado Estadounidense, dijo el Obispo Barnes. Más tarde, él y los otros cinco obispos distribuyeron la comunión a los que estaban en El Paso.
Dijo que se recordó el impacto que la crisis de la inmigración está teniendo en muchas familias de la Diócesis de San Bernardino.
“Fue muy emotivo”, dijo. “Me sentí como si estuviera llevando una gran cantidad de nuestra gente que no podía ir.”
Un número de personas de la Diócesis de San Bernardino hizo el viaje a México para presenciar la visita del Papa Francisco. Francisco Mendoza y su familia, que asisten a a la Parroquia de San Frances de Sales en Riverside, habían decidido estar en su natal Morelia, Michoacán, cuando el Santo Padre se detuvo allí.
“Nos preocupaba tanto por el dolor infligido al pueblo de Michoacán”, dijo Mendoza. “Tener [al Papa Francisco] a cada paso prolongo la misericordia de Dios, como una medicina constante que sana y cura el dolor de tantos corazones.”
Un grupo de 33 personas de las parroquias de San Bernardino incluyendo las Parroquias de San Bernardino, la Catedral de Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de la Esperanza y Nuestra Señora de Guadalupe hicieron caravana a Juárez para la misa fronteriza. Rosie Aguirre, Director de Educación Religiosa en la Parroquia de San Bernardino, dijo que México recibió la visita del Papa “como una caricia.”
“Todas esas manos extendidas, todas esas voces que le piden”, dijo Aguirre. “Hemos experimentado un renacimiento de la fe.”
Para Lupe Hernández, catequista en Nuestra Señora de Guadalupe en Chino, el largo viaje a México fue gratificante y estimulante.
“Era como ver una luz al final del túnel”, dijo Hernández. “Nos alegramos de que México estaba en paz, un sueño que todos hemos soñado.”
El Papa Francisco también dio una reflexión emotiva al regreso de su viaje compartiendo: que los diversos encuentros que allí mantuvo estuvieron llenos de luz, “la luz de la fe que transfigura los rostros y aclara el camino”.
Pero sin duda uno de los más importantes fue su visita al Santuario de la Virgen de Guadalupe. “Permanecer en silencio ante la imagen de la Madre era lo que ante todo me propuse, y doy gracias a Dios que me lo ha concedido”.
“He contemplado y me he dejado mirar por Aquella que lleva impresos en sus ojos la mirada de todos sus hijos, y recoge los dolores por las violencias, los robos, los asesinatos y los abusos que hacen daño a tanta gente pobre, a tantas mujeres”, dijo Francisco.
“Guadalupe es el Santuario mariano más frecuentado del mundo”, subrayó. “De toda la América van a orar allí donde la Virgen Morenita se mostró al indio San Juan Diego, dando inicio a la evangelización del continente y a su nueva civilización, fruto del encuentro entre diversas culturas”.
El Pontífice explicó que precisamente esta “es la herencia que el Señor ha entregado a México: custodiar la riqueza de la diversidad y, al mismo tiempo, manifestar la armonía de la fe común, una fe firme y robusta, acompañada de una gran carga de vitalidad y de humanidad”.
El Papa Francisco puso de ejemplo a las familias mexicanas, que “me acogieron con alegría como mensajero de Cristo, Pastor de toda la Iglesia”. Al mismo tiempo, “me han donado testimonios claros y fuertes, testimonios de fe vivida, de fe que transfigura la vida, y esto para edificación de todas las familias cristianas del mundo”.
El Papa aludió a que también dieron el mismo ejemplo los jóvenes, consagrados, trabajadores y para los detenidos en la cárcel, dijo el Santo Padre.
“Por ello, doy gracias al Señor y a la Virgen de Guadalupe, por el don de esta peregrinación”.