Por Arlene Gutiérrez

Mientras abrimos las puertas a los Peregrinos de Esperanza en 2025, miramos hacia atrás a los Jubileos de años pasados. Desde el inicio de nuestra Diócesis, hemos vivido dos Jubileos, en el 2000, tuvimos nuestro Jubileo Ordinario más reciente con el lema, “Abrid de par en par las puertas a Cristo.” En 2015, nos unimos al resto de la Iglesia Universal en un Jubileo Extraordinario, el “Año de la Misericordia.” Nuestra Diócesis ha participado activamente en los dos jubileos anteriores ya que los dos encapsulaban lemas que resonaban con los corazones de los fieles al entrar al nuevo milenio en el 2000. Y cuando el Papa Juan Pablo II hizo una petición pública para que celebráramos la misericordia de Dios y el perdón de los pecados abrimos nuestros corazones a Cristo para poder estar abiertos a la misericordia de Cristo.

En el 2000, nuestro enfoque fue en profundizar en nuestras vidas espirituales tanto como individuos y de manera colectiva como una comunidad de creyentes en Jesucristo. Al abrir nuestros corazones y nuestras puertas a Cristo, nuestra meta era convertirnos en una luz que guiaba a los necesitados, ya fuera dentro de nuestras familias, vecindarios, o la sociedad en general. Este Jubileo marcó un momento central en que le dimos la bienvenida al milenio en medio de retos como la guerra, la hambruna, y un sentido prevaleciente de incertidumbre sobre el futuro. El lema sirvió como una invitación a los fieles para reflexionar sobre sus vidas y para considerar como pueden evangelizar, reconciliar y celebrar su relación con Cristo dentro de nuestra iglesia universal y la humanidad.

Dentro de nuestra Diócesis, el llamado a “Abrid de par en par las puertas a Cristo” se entendió como un compromiso a nuestro llamado bautismal a la evangelización y el servicio a los necesitados. Seis características claves definieron el jubileo 2000 para asegurar una participación activa dentro de nuestra Diócesis. Establecimos sitios de adoración perpetua en los seis vicariatos, facilitamos momentos de reconciliación en las parroquias, y designamos Puertas Santas en La Catedral de Nuestra Señora del Rosario, junto con una parroquia en cada vicariato. Cada iglesia participante escogió una puerta para esta celebración. Además, nuestra Diócesis alzó la voz para apoyar a las víctimas del sufrimiento y la negligencia, organizando caminatas inspiradas por las Estaciones de la Cruz, y organizó el Encuentro inaugural el Encuentro 2000, fomentando un entendimiento mutuo dentro de nuestra iglesia local la cual es cultural y étnicamente diversa. El espíritu del Encuentro sigue informando varios ministerios parroquiales y la iniciativa actual del V Encuentro. Finalmente, invitamos a los fieles a hacer un viaje espiritual o físico. Estas características tenían como meta nutrir a los fieles para que pudieran aprender a abrir sus corazones para recibir el mensaje de Dios para el Jubileo 2000.

Como parte de nuestro llamado a la peregrinación alrededor de la diócesis, les pedimos a los fieles Católicos a visitar parroquias de significado histórico, hacer un espacio para aquellos plagados por la injusticia, y ofrecer momentos de alivio para sus almas. Animamos a nuestros peregrinos a viajar alrededor de los Condados de Riverside y San Bernardino para aprender sobre la rica historia de los sitios de peregrinación parroquiales. Una guía turística se creó para aquellos que estaban interesados en este viaje histórico. Una convención de Justicia del Jubileo se organizó en la Universidad de California, Los Ángeles para el Ministerio de Fe y Justicia para poder hablar sobre temas claves dentro de la Diócesis. La última peregrinación a que invitamos a las personas a participar fue nuestros centros de retiros, lugares cuya meta es enriquecer y sanar los corazones y las almas de aquellos en nuestra diócesis que más lo necesitan.

Las seis características que fueron creadas para el Jubileo 2000 ayudaron a las personas a aprender a abrirse a Cristo para que fueran transformados al final de su camino. “Para poder crecer, tenemos que experimentar esta vida que Dios nos ha dado para gozar y aprender a poner nuestra fe en acción al ayudar a nuestros hermanos y hermanas necesitados,” dice una de las características. “A la conclusión del Jubileo, esperamos emerger como fieles transformados, encarnando el ciclo continuo de crecimiento y cambio que Dios nos invita a emprender.”

De ese llamado a abrir nuestros corazones a Cristo, ahora, en este Jubileo 2025, nos identificamos como Peregrinos de Esperanza. ¿Qué significa esto para nosotros? ¿Realmente somos peregrinos de esperanza para nosotros, nuestros vecinos, amigos y familiares? Estamos llamados a extender nuestras manos en unidad, convirtiéndonos en peregrinos de esperanza en un mundo que nos urge a reencender Nuestra promesa bautismal y cultivar una conexión más profunda con Cristo al encarnar el amor y la bondad, sirviendo como un faro de luz para los necesitados.

El Jubileo 2000 nos hizo un llamado a abrir nuestros corazones a Cristo y el uno al otro. Para permitir que el amor de Cristo fluya en nosotros. Este año, nuestra tarea es ser Peregrinos de Esperanza juntos. En el logo del Jubileo 2025 de Peregrinos de Esperanza, cada peregrino se está aferrando el uno al otro. Esta imagen de los peregrinos significa que nuestro camino no es uno en que viajamos solos pero juntos, nuestra comunidad, nuestras familias, nuestros amigos, y aquellos en las periferias de nuestra comunidad que necesitan un poco de luz en sus vidas. Que este Jubileo sea uno en que caminamos activamente en nuestra fe; aun si este es nuestro primer Jubileo, no dejemos que se nos pase. Que todos continuemos en este camino de fe unidos como un solo cuerpo.


Arlene Gutiérrez es Archivista Diocesana.