El Padre Eliseo Hernández Villareal, CORC, que sirvió en cuatro parroquias de la Diócesis en el transcurso de 20 años, fue llamado al descanso eterno el 1 de marzo. Falleció en un accidente automovilístico en la Ciudad de México.


El Padre Hernández nació el 3 de diciembre de 1948. Sirvió como párroco en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en San Bernardino. También sirvió en la parroquia de San Bernardino en San Bernardino; San José en Barstow y San Antonio en Riverside. Los servicios funerarios se realizaron en México con su comunidad religiosa, la Confraternidad Sacerdotal Operarios del Reino de Cristo (CORC).


Además, se celebró una Misa memorial para el Padre Hernández en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en San Bernardino, que fue celebrada por el Obispo Alberto Rojas el 15 de marzo. Durante la Misa memorial, se les invitó a los parroquianos a escribir un mensaje personal en un libro de recuerdos para la familia del Padre Hernández. La parroquia compartió algunos de los mensajes en su boletín:


“Padre Eliseo, Dios nos bendijo grandemente con su Ministerio Sacerdotal. Gracias por su gran ejemplo de entrega a la oración, PRIMERO que nada. Por su entusiasmo y dinamismo en el desempeño de su trabajo, por su alegría, por sus consejos, por la apertura de convivir con los feligreses, por su amistad.”


“Padre Eliseo, lo que más me impresionó por los testimonios…fue que la mayoría de sus conocidos realzaban la capacidad que tenía para conseguir las metas que emprendía, también el Amor que tenía por la oración. Descanse en Paz Padre Eliseo Hernández.”


“El Padre Eliseo Hernández fue un guía espiritual: recuerdo en uno de los viajes que hicimos a Roma. El día de su funeral fue una experiencia muy dolorosa pero siempre lo recordaremos con mucho respecto. Descanse en paz Padre Eliseo Hernández.


Un hermano sacerdote de los CORC en México, el Padre Prisciliano Hernández Chávez, también compartió unas palabras sobre el fallecimiento del Padre Hernández.


“Hermano Eliseo: dejas un hueco en tu familia de sangre; un gran vacío en nuestra Confraternidad y un lugar de tu ministerio sacerdotal que nadie podrá ocupar. Tu amor sacerdotal reverbere en nuestro corazón. Tu memoria sea siempre gratitud presente por los dones que Dios te concedió y los compartiste con nosotros. No te digo, Adiós, sino hasta luego; hasta que ese instante poderoso nos dé paso a la eternidad, también a nosotros, tus hermanos, y nos unamos, según el Amor benevolente de Dios, a los bienaventurados.”