Queridos Amigos en Cristo,

Como ustedes, estoy sorprendido y entristecido por la muerte del Obispo David O’Connell de Los Ángeles. Era un hombre de Dios, amoroso, compasivo y comprometido quien sirvió al pueblo de Los Ángeles como sacerdote y obispo por más de cuatro décadas. Dio cuidado especial y prioridad a aquellos en las márgenes de nuestras comunidades-ya fuera los jóvenes sin dirección, los inmigrantes o los ancianos. Ejercía su ministerio con gozo y un buen sentido del humor irlandés. Estoy agradecido por los momentos de fraternidad que compartí con él como un obispo.

Reconocemos que las circunstancias de la muerte del Obispo O’Connell son especialmente dolorosas para nosotros. Un hombre que promovía la paz y la no-violencia fue tomado de nosotros aparentemente en un acto de violencia. No podemos encontrarle el sentido, pero ciertamente Dios camina con nosotros y se aflige con nosotros en estos días difíciles. Él desea que vivamos en una relación amorosa con Él y el uno con el otro. Él llora cuando uno de sus hijos le toma el don de la vida a otro.

Unámonos en oración ahora para el eterno reposo del alma del Obispo O’Connell, por la consolación de su familia y por el Arzobispo José Gomez que ahora dirige a la comunidad Católica de Los Ángeles en este tiempo de luto. Oremos también por la conversión de aquellos que comenten actos de violencia contra cualquier persona en nuestras comunidades. El Obispo O’Connell desearía nada menos que esto.

Concédele, Señor el descanso eterno, y que brille para él la luz perpetua.

Obispo Alberto Rojas