Por Obispo Alberto Rojas

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

Paz y bienestar para ustedes y sus familias. Al comenzar este Nuevo Año 2022, los invito a que nos unamos en la esperanza y el agradecimiento a Dios-todopoderoso por todas las bendiciones recibidas el año pasado. De la misma manera, imploramos y pedimos a la Providencia Divina su bendición y protección en este Nuevo Año que vamos comenzando.

Así como ustedes, casi dos años después de tantos retos con la pandemia, yo he estado esperando un regreso a “lo normal.” Sin embargo, lo que estamos viviendo, es un aumento impresionante de infecciones con la nueva variante Ómicron del virus. Estamos preocupados y cansados de los impactos tan difíciles de esta pandemia: la amenaza a nuestra salud, el impacto en nuestros trabajos, en nuestras rutinas diarias, y en la educación de nuestros niños. Con todo esto, no debemos bajar la guardia ni caer en la tentación de la desesperación, la indiferencia y el descuido. Dios sigue caminando con nosotros a través de esta oscuridad, aunque a veces no lo notemos. Mantengamos la luz de la esperanza en nuestras mentes y corazones, y así reconoceremos su presencia amorosa.

Estos días, es muy importante que todos mantengamos los buenos hábitos que hemos aprendido durante la pandemia: lavado frecuente de las manos, uso de mascarillas en lugares cerrados, quedarnos en casa o mantenernos alejados de los demás si tenemos síntomas. Si no se han vacunado todavía, pueden hacerlo en cualquier momento. Un hecho interesante que hemos estado escuchando es, que los que se han vacunado tienen síntomas más leves cuando se infectan. Y la mayoría de los que están siendo hospitalizados, son los que no se han vacunado.

En esta temporada de gripe, y el aumento de infecciones de covid, es muy importante recordar que, si nos sentimos enfermos, nos hagamos un examen tan pronto como sea posible. Busquemos los lugares de examinación y recursos de ayuda en nuestras comunidades.

¿Como seguimos respondiendo a todos estos retos como gente de fe? Con la confianza firme en Dios, y un espíritu de diligencia y compasión por la salud y bienestar de los demás. Nuestros templos seguirán abiertos, para que sigamos reuniéndonos y alimentándonos de la Mesa del Señor, quien nos sostiene y nos lleva a una mayor comunión con Dios y con los demás.

Sigamos orando especialmente por todos los que están enfermos, y por todos los que trabajan en los centros de salud y protección atendiendo a sus necesidades. La “normalidad” que hemos estado esperando, no está qui todavía. Por eso, sigamos siendo prudentes y compasivos en la manera que vivimos cada día, confiando en la Providencia y Misericordia Divinas. Los mantengo en mi corazón y en mis oraciones diariamente. Sigamos orando unos por otros.

Que Dios les bendiga mucho siempre.