Las historias de nuestros fieles difuntos los mantienen vivos en nuestros corazones

Por el Pbro. Steve Porter, STL

 Amar a nuestros seres queridos una vez que se han ido…Como católicos creemos con gran firmeza que la muerte no es el final, que hay esperanza, y que esa esperanza está en Jesucristo, y sólo en él --- Él es la resurrección y la vida. Coman y beban, como él nos manda, y tendremos vida eterna --- esa es la promesa que nos hizo, ¡y yo creo en su promesa! Nuestra fe nos dice que nuestros seres queridos están con Dios, pero nuestro corazón nos dice “ay” nuestros seres queridos ya no están con nosotros.


 Pero nosotros seguimos aquí, y nos duele el corazón cuando la persona amada no está también “aquí”, al menos no “aquí” en el sentido que yo quiero. El momento de tranquilidad, el abrazo, el café que compartíamos (¡o algo más fuerte!), los planes de las vacaciones, o la cena de Acción de Gracias, todo es diferente ahora. Cómo recuerdo los viejos tiempos, cuando solíamos… Y es eso, ahí está la pista, cómo hacerlo ahora, cuando todo es tan diferente. ¡Evoquen los recuerdos!
 Hablen y cuenten las historias, y si las historias los hacen llorar, cuéntenlas de todos modos. San Ignacio de Loyola nos dice que cuando no tenemos más palabras para orar, nuestras lágrimas son nuestras oraciones. Si las historias hacen llorar a alguien más, dejen que lloren, pero cuenten las historias de todos modos. Cuando compartimos con historias las vidas de nuestros seres queridos, es como si todavía estuvieran con nosotros, y seguro que en los primeros días estamos tristes y tal vez lloramos, pero a medida que contamos las historias nuestros seres queridos viven en nuestros corazones y en nuestras mentes, y recordamos cada vez más la diversión, la vida, las alegrías que compartimos con ellos y cada vez menos el dolor de su fallecimiento. Y no excluyan de la conversación a los seres queridos, cuenten sus historias como si todavía estuvieran con ustedes y hablen con ellos tanto como con otros sobre sus vidas, sus amores y las cosas que les entusiasmaban -- ¿qué fue lo que los motivó? ¿Qué los hizo seguir adelante, en las buenas y en las malas?
 Eso fue lo que los primeros miembros de la Iglesia hicieron después de la ascensión de Jesús. Jesús había vuelto a su Padre en el cielo, dejándoles el “etéreo” Espíritu Santo, y el mandamiento” ¡vamos, tienen trabajo por hacer!” Pedro podría volverse hacia Tomás y decirle “¿Recuerdas esa noche cuando Él predicaba una tormenta, y se hacía tarde, y tratamos de detenerlo para que la gente pudiera ir a buscar algo de comer?” “ Sí, recuerdo “, dijo Santiago, y Tomás dijo: “nos miró con esos grandes ojos cafés, y dijo ‘¿por qué quieren alejar de mí a la gente? Denles ustedes la comida que tengan”. Y luego Marta dijo: “hay un niño aquí con dos pescados secos pegajosos y cinco tortillas, ni yo podría hacer rendir eso para tanta gente”. Y todos sabemos cómo terminó la historia, está en los Evangelios, (bueno, tal vez la parte de Marta no) y, como cristianos, seguimos contando las historias de Jesús, y recordamos la alegría, la paz, la esperanza de su presencia en sus historias. Y todos seguimos hablando con Jesús, ¿o no? Oficialmente le llamamos “orar”, y tenemos oraciones formales (la Santa Misa, el Rosario, Novenas, Devociones ...) pero no olviden el cotorreo, los chistes, las pequeñas cosas cotidianas. Nos encanta cuando nuestros amigos comparten sus vidas con nosotros, ¿o no? Compartan su vida con sus seres queridos, inclúyanlos en todo, tal como lo hacen con Jesús.
 Así que, cuando contamos las historias de nuestros seres queridos ya difuntos, ellos siguen vivos con nosotros, su amor, su cariño, su risa, incluso quizás sus reprimendas, siguen vivos y nos llenan de esperanza.
 Nuestra diócesis nos exhorta a vivir “para que las vidas de las personas se llenen de esperanza”. Que seamos los mejores cristianos que podamos ser, aquellos que están llenos de Cristo, por supuesto, pero que nunca se olvidan de aquellos cuyas influencias han llenado nuestras vidas de esperanza. Y que compartamos sus experiencias, sus fortalezas y sus esperanzas con otros para que, juntos, nuestro mundo sea transformado por el amor de Cristo como se nos muestra en las vidas de nuestros seres queridos ya difuntos, y que no hemos perdido, incluso si por un tiempo simplemente no es lo mismo.
 Seguimos siendo una familia, aquí y allá, hermanas y hermanos, y cuando seguimos incluyendo a nuestros seres queridos, no los olvidaremos. ¡Que su recuerdo sea eterno!


El Pbro. Steve Porter es vicario parroquial en la Parroquia Santa Kateri Tekakwitha en Beaumont-Banning.