Fe Católica

Por Roberto Jara 

 En el año 2010, un grupo de amigos, servidores de la parroquia de San Cristóbal, Moreno Valley, escuchando el llamado de Dios y al ver tanta necesidad en nuestra ciudad, tomamos la decisión de reunirnos en el mes de diciembre del mismo año y salir a las calles en búsqueda de nuestros hermanos más necesitados y llevarles un alimento y algo de abrigo, para que pudieran protegerse del frio cruel.

 Como Cristianos, quisimos hacer una pequeña diferencia en la vida de aquellos que sufren, que han pasado por lo peor, que carecen de un techo y por su condición, son rechazados.

 Nuestro plan era hacer esta obra de caridad solo por el mes de diciembre, pero encontramos a tantos.

 Reflexionamos y sentimos que en el camino la imagen del mismo Jesús con hambre y con frio, nos hizo imposible parar la obra.

 Nuestro Señor nos dejó como nuestro deber de amar al prójimo: “mi mandamiento es este que se amen los unos a los otros como yo los he amado a ustedes”. (Jn 15:12) Decidimos llamarnos: Grupo Abrigando al Hermano, nuestro propósito es llevar un poco de esperanza y compasión a toda persona, que tiene hambre, sed y frio.

Por Freddie Olmos

 “Dios misericordioso, lléname con tu gracia para estar abierto a tu presencia en cada fibra de mi ser, cada minuto de mi día, y en cada persona que conozca.”

 La Llamada. Dos días antes de mi cumpleaños, tuve  la oportunidad de donar medula ósea para salvarle la vida a alguien con cáncer de la sangre. La llamada fue inesperada. Me había registrado para ser donante hace años y actualmente estaba pasando por un tiempo muy difícil en mi vida. Rezaba por esperanza, el aprecio de la vida, y familia. Al decir: “si”, le daría parte de mí a un desconocido, a otro ser humano en este planeta luchando por su vida. Yo era la persona compatible para un trasplante de medula ósea. 

Por Mario Martínez 

 “Mi esposa se fue, tomó todo nuestro dinero y no me deja ver a los niños.”… “Tuve que solicitar el divorcio civil; él estaba abusando de todos nosotros y, francamente, temíamos por nuestras vidas.”… “No podía creerlo. Me dejó después de que le entregué los mejores años de mi vida.”

 La mala noticia es que estos lamentos vienen de los corazones de fieles aquí en la diócesis de San Bernardino. Lo sé porque durante los últimos años he participado de forma directa en el ministerio que apoya a separados y divorciados. Lamentablemente, la tragedia de familias fragmentadas es una realidad en nuestra Iglesia. 

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