Esta es Nuestra Fe

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Nuestra Iglesia Domestica

Hechos para la unión

Por Mario y Paola Martinez

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,


Paz y bienestar para ustedes y sus familias. Estamos en medio de la Temporada de Confirmación y es verdaderamente un tiempo de alegría para mí y para tantos jóvenes y sus familias. Siempre gozo de conferir el Sacramento de la Confirmación a los jóvenes y los adultos también porque me llena de mucha esperanza para nuestra Iglesia y para el mundo cuando veo que las personas están dispuestas a tener un encuentro más cercano con nuestro Señor Jesucristo por medio de la recepción del Espíritu Santo; esto llena a nuestra Iglesia con vida nueva y vitalidad. Es un momento sagrado para mí y un honor que me llena de gratitud con Dios.


Típicamente la Confirmación es acompañada por celebraciones familiares y regalos, todos están vestidos bien y al final de la Misa toman fotos para recordar el momento, vemos muchas caras sonrientes y hay un sentido de que este es un hito en el camino de la fe, y realmente lo es. Los Sacramentos de Iniciación se han recibido y se podría decir que un capítulo del camino espiritual ha llegado a su final. Con la Confirmación nos convertimos en miembros plenos del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. ¡Pero no es el final del libro! Desafortunadamente, algunos jóvenes (y sus familias) a veces piensan en la Confirmación como un tipo de graduación de la fe Católica, o por lo menos de un periodo de estar activos y formados en la fe, pero la Confirmación ¡no es una graduación!


Necesitamos entender que no pasamos por el proceso de Confirmación solo para llegar a un final, pero para prepararnos para convertirnos en participantes plenos y activos de nuestra fe Católica, que es el siguiente “capítulo.” Nuestra Iglesia necesita discípulos misioneros, necesita de los dones únicos que Dios nos ha dado a cada uno para ser ofrecidos en servicio a Su pueblo. Esta es la responsabilidad seria que viene con ser un Católico Confirmado. Oro para que nuestras familias continúen siendo las que apoyan, enseñan y modelan nuestra fe en el camino hacia la Confirmación. En este espíritu, es importante que los padres, abuelos, y hermanos continúen este acompañamiento después de la Confirmación- orando juntos, asistiendo a la Misa, y compartiendo nuestra fe y amor por Dios y la Iglesia.


Nuestras comunidades parroquiales también juegan un papel importante en nutrir a los recién Confirmados. ¿Cómo creamos una atmósfera que anima e invita dentro de nuestras parroquias para que nuestros hermanos y hermanas confirmados puedan compartir sus dones, experiencias y perspectivas? ¿Cómo podemos llamarlos de manera intencional a servir y ofrecer formación y catequesis continua? Esta es una parte muy importante de nuestra práctica de la Sinodalidad que se ha estando desarrollando en los años recientes.


El tiempo inmediatamente después de la Confirmación a veces se le refiere como mistagogia, una palabra griega que se traduce como “la iniciación a los misterios.” Es un tiempo para continuar con el aprendizaje y la reflexión que se comenzó en el proceso de la Confirmación, pero a un nivel todavía más profundo, para que la persona crezca en su relación con Dios y la participación en la comunidad. Pero, tristemente, se ha notado que para algunos este es un tiempo marcado por desilusión con nuestra fe. Necesitamos hacer todo lo possible por prevenir esto.


Por lo tanto, los invito a que se unan a mí en oración por todos los recién Confirmados de nuestra diócesis, que se mantengan atentos a donde y cómo Dios los está llamando y que su llegada sea como ese soplo del Espíritu Santo que vino en Pentecostés, dando vida nueva a nuestra Iglesia. También, les pido que reflexionen sobre su propio papel en el acompañamiento de los recién Confirmados en su familia y/o en su parroquia. Todos tenemos un papel que desempeñar en este tiempo de transición para nuestros jóvenes Católicos; ellos son el presente y el futuro de nuestra Iglesia Católica.


Paz y bendiciones a todos ustedes.