Por Hmna.Marilu S. Covani
Llevamos meses en casa. Ha sido una experiencia retadora y difícil, pero también nos ha llevado a descubrir nuestra resiliencia, creatividad y capacidades que quizás habíamos olvidado, o dejado por perdidas en el caminar de la vida. Hemos aprendido, (y a veces contra nuestra voluntad) que podemos ser maestros, catequistas, carpinteros y niñeros y asumir otras responsabilidades como familia en nuestros hogares.
El Adviento es cada año un tiempo de preparación para la Navidad. El Papa Francisco nos regaló el año pasado la carta apostólica Admiarabile signum, en la que nos describió el simbolismo del belén o pesebre conque decoramos nuestras casas y otros lugares en diciembre.
San Lucas dice sencillamente que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió́ en pañales y lo recostó́ en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada” (2,7). Las Fuentes Franciscanas narran en detalle cómo comenzó esta tradición cuando San Francisco, en Grecco, Italia, invitó en una ocasión a reproducir un pesebre en memoria del Niño que nació en Belén y muchos frailes de distintos lugares, y familias de las granjas de la comarca, trajeron flores y antorchas para iluminar aquella nochebuena, que fue seguida por una Celebración Eucarística.
Dice el Papa “Desde su origen el pesebre es una invitación a “sentir” y “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió́ para sí mismo en su encarnación… Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados.”
Aprovechemos el “encierro” de estos días para continuar o retomar esta costumbre de armar y decorar con cariño juntos como familia el Belén en nuestras casas, añadiendo figuras que puede no tengan relación con el pasaje evangélico y quizás recuerdos de seres queridos que ya no nos acompañan. Leemos en la carta: “Del pastor al herrero, del panadero a los músicos, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan..., todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesus comparte con nosotros su vida divina.” En estos días de Adviento podemos al ver el pesebre encontrarnos con María y José, añadiendo luego en la Navidad la imagen del Niño Jesus y en la Epifanía a los Reyes Magos. Desde allí Jesus proclama, con manso poder, la llamada a compartir el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado. Qué hermosa oportunidad para ser en casa, discípulos misioneros, ayudándonos a recordar, como esposos, padres y madres, abuelos, jóvenes y niños la ofrenda de amor que nos da nuestro Señor Jesus!
Y así, desde nuestras casas esta Navidad podemos contemplarlo y reflexionar en nuestras vidas y las de los que nos rodean, reconociéndonos unos a otros como cristianos bautizados hijos e hijas de Dios, y dar gracias a nuestro Salvador, que aun en las horas más difíciles no nos deja solos, caminando siempre con nosotros por los valles de lágrimas, los momentos de tedio, los de temor y las horas más alegres.
Hmna. Marilu Covani, S.P. Coordinadora del V Encuentro, This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it..