REGRESO JUBILOSO Después de dos años de cancelaciones debido al COVID-19, las grandes procesiones en nuestra Diócesis en honor de Nuestra Señora de Guadalupe regresaron este año, incluyendo una en el Monte Rubidoux de Riverside el 3 de diciembre (en la foto) y otra en el Valle de Coachella el 12 de diciembre.
Por Rubén Barrón
Este año marca el alegre regreso de dos grandes procesiones en honor a Nuestra Señora de Guadalupe, una en Riverside que sube el Monte Rubidoux y otra en el Valle de Coachella, tradiciones muy queridas que fueron canceladas los últimos dos años debido al COVID.
La procesión en Riverside se llama “El Camino de San Juan Diego” y lleva a los participantes en una caminata de casi cuatro millas desde El Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe hasta la cima del Monte Rubidoux, en donde se celebra la Misa. Ha tomado lugar cada año (con la excepción del 2020 y del 2021) por más de 20 años, y este año tomó lugar el 3 de diciembre.
“La Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe ha sido una tradición en nuestra fe por casi cinco siglos y es parte de quienes somos como Católicos,” dijo el Obispo Alberto Rojas, quien participó en la procesión del Monte Rubidoux por primera vez este año. Caminó toda la procesión y celebró la Misa bilingüe en la cumbre del Monte.
“Creemos en la Comunión de los Santos, y cuando hablamos de la intercesión de los santos, Nuestra Señora de Guadalupe es la primera, especialmente aquí en el Occidente. Estoy agradecido que podamos salir en grupos grandes como lo hemos hecho en el pasado. Es una gran bendición.”
Un grupo de hombres llamados los “San Juan Diegos,” están encargados de organizar y realizar la procesión al Monte Rubidoux. El grupo es responsable de todos los aspectos del evento incluidos los arreglos de llevar el grupo grande por el centro de Riverside y de recaudar los fondos necesarios. El coordinador este año es Alejandro Carrillo, que ha participado en el peregrinaje por 15 años.
Esta es la segunda vez que coordina el evento y aunque requiere tiempo y atención, sin faltar los desafíos, dice que la experiencia le resulta gratificante. Se complace en haber recibido la cooperación y el apoyo necesarios de la gente y agrega que “La gente está motivada y entusiasmada de participar.”
El subcoordinador de este año y que también ha coordinado el evento previamente, Jorge Peña nota cambios en el estado de ánimo de la gente, de tristeza a que el evento se había cancelado los últimos años a felicidad de su regreso. “La gente está feliz, quiere participar. Hay mucho ánimo, gusto y fe,” dijo él.
Aunque la peregrinación requiere de tres intensos meses de organización, la claridad del propósito mantiene a Peña con los pies en la tierra. “Todo lo que hacemos es de corazón porque es para honrar y dar testimonio de nuestra fe católica. La virgen es la mayor intercesora de nuestra fe en el Salvador,” dijo él.
“La procesión es un testimonio de la fuerte fe que los mexicanos tenemos en la Virgen y aunque estamos lejos de México, mantenemos esta santa tradición,” añadió Peña.
Para el Padre Daniel Prado-Reyes, O. de M., párroco del Santuario, este año fue su primera oportunidad de participar en la peregrinación. Experimentó los desafíos de organizar una procesión que requiere la colaboración entre varias entidades.
“Este año se nos pusieron muchos obstáculos. En un momento entendimos que el cerrito no estaba disponible, que ahora era propiedad privada. También surgieron preguntas sobre el pago de estacionamiento,” dijo él. Sin embargo, el Padre Prado y los dos coordinadores del evento tenían fe en que se encontrarían soluciones y así fue. “A través del diálogo, se resolvieron los problemas, gracias a Dios,” añadió el Padre Prado.
La alegre procesión es extremadamente bien organizada pasa por calles concurridas y paisajes naturales. Se hace más ligera con oraciones, cantos, música y danza. El apacible monte inmerso en cactus y rocas recuerda al Tepeyac donde la Virgen de Guadalupe se apareció a San Juan Diego en cuatro ocasiones.
Peña estima que unos miles de personas se unieron a la procesión incluidas algunas de las ciudades vecinas. Entre ellas había niños demasiado pequeños para caminar y ancianos, así como personas que ayudan a ambos grupos en el camino. La convivencia entre las personas crea un estado de ánimo espiritual que une a todos en la jornada sagrada.
Un hombre llamado Luis, de Ontario, ha hecho la peregrinación por años vestido de San Juan Diego y caminando descalzo. “Mi papá me enseño desde chiquito a creer en Cristo, en la Virgen y en Dios y le prometí a mi madre que mientras yo pudiera voy a venir a ver a la Virgen y lo hago cada año” dijo él.
Para Esther Berna de Riverside, esta fue la primera vez que hizo la peregrinación. Ella comparte, “Como católica tengo un gran amor por la Virgen y quería estar aquí, rezando con la comunidad en esta pequeña versión de la peregrinación en la Tierra Santa,” dijo Berna.
Otro participante fue John Paul De Santos, un joven de 14 años que se despertó temprano para hacer el viaje desde el condado de Orange. Le impresionó “La alegría y tranquilidad de la gente y el amor a su madre celestial.”
La segunda de las grandes procesiones de la Diócesis, la del Valle de Coachella, tuvo lugar el 12 de diciembre. Esta procesión es mucho más larga, tanto que se le llama un peregrinaje. Tradicionalmente, comienza en Palm Springs en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad, pasando por ocho ciudades y concluyendo en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad en Coachella, una jornada de 33 millas. La peregrinación tiene una rica historia de 40 años con la participación de varias parroquias.
Sonia González es la coordinadora y presidenta del comité que organizó la procesión este año. Ella comparte que la gente ha estado hambrienta de renovar la peregrinación y de expresar su profunda devoción a la Virgen. “Nos mueve la fe y el amor por nuestra madre, la madre de Jesús, el Salvador,” dijo ella.
La peregrinación se desarrolla durante todo el día, comenzando con la Misa a las cuatro de la mañana, seguida por una banda de mariachis. La peregrinación comienza a las 6 de la mañana. Unas 2,500 personas inician la peregrinación, pero poco a poco más se unen a ella y dice ella que culmina con unos 22,000 peregrinos. Los peregrinos llegan a su destino 12 horas después de que comienzan, donde reciben una bendición y un muy merecido descanso.
Este año, participaron menos parroquias (sólo cinco). No fue por falta de interés, sino que el COVID continúa siendo un desafío para recaudar fondos. Este año vendieron boletos de rifa en vez de vender comida para recaudar fondos, lo que llevó a dificultades en recaudar suficiente dinero para la peregrinación. González dijo que los gastos son grandes, ya que tiene que proporcionar seguridad e instalaciones adecuadas para los peregrinos.
A pesar de los desafíos, González dijo que las personas estaban emocionadas por poder unirse a la peregrinación este año, después de que había sido cancelada por dos años.
Mientras que las procesiones en Riverside y el Valle de Coachella son las más grandes en la Diócesis, Petra Alexander, directora de la oficina de asuntos Hispanos de la Diócesis de San Bernardino, comenta que la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe es una celebración importante en cada parroquia de la Diócesis.
“En nuestra Diócesis no hay una celebración diocesana, hay 86 parroquias donde hay comunidad hispana. En todas las parroquias por pequeñas que sean, los hijos de la Virgen María, ese día, la despiertan con cantos, le traen rosas y participan en la Misa, recreando la aparición, bailando y expresando su alegría,” dijo ella.
“La Virgen es acompañante, protectora, consoladora, como esperanza o como regazo al que se puede volver una y otra vez. Además de contar con la presencia amorosa de la Virgen, el pueblo mismo se presenta a ella tal y como se ve. Se celebra la seguridad de que estamos pobres, necesitados, o temerosos, más nunca solos,” dijo ella.
El Dr. Rubén Barrón es director espiritual católico y escritor independiente basado en Yorba Linda.