Reflexiones

Teresa Rocha¿Le has dado gracias a Dios en este día? El mes de Noviembre nos da la oportunidad de pensar en todo lo que podemos dar gracias especialmente el día 23 de noviembre cuando el país se une para reconocer todas las bendiciones recibidas. Hay muchas razones por las que una persona podría decidir vivir su vida con una actitud de agradecimiento. Esto quiere decir que vive cada momento apreciando la belleza de cada momento que la vida le ofrece. Hemos sido creados para amar a Dios abundantemente con un corazón agradecido.

En el evangelio de Lucas 17:11 diez personas que tenían lepra se encontraron con Jesús y dijeron, “Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros” y cuando fueron sanados de la lepra solo uno regreso y le dio las gracias. Cuando uno se olvida de las bendiciones recibidas todos los días uno puede vivir la vida como los nueve que fueron sanados, pero en lugar de regresar y darle gracias a Jesús ellos siguieron con su vida diaria olvidando de las bendiciones que habían recibido.

Otra razón por la que hay que vivir con corazón agradecido es el ver el milagro de la vida porque cada parte de nuestro cuerpo funciona milagrosamente, y cada día tenemos la oportunidad de dejar que Dios entre en nuestro espacio más íntimo, y así continuamos con los misterios de la vida humana que nadie puede explicar. Definitivamente si vemos la vida como un milagro podríamos transformar las actividades de la vida diaria en oportunidades de agradecimiento y trabajos rutinarios se pudieran convertir en eventos que se disfrutan, y cambiar los eventos rutinarios en bendiciones.  

Obispo Gerald Barnes

Obispo Gerald Barnes

Diócesis de San Bernardino


 Estamos en el tiempo del año marcado por confirmaciones, graduaciones y vacaciones de verano.  

     Así que parece un tiempo tan apropiado como cualquier otro para reflexionar sobre nuestros jóvenes y la manera en que estamos llamados a servir a ellos y con ellos. ¿Qué nos dice el Señor Jesús sobre el lugar de los niños y jóvenes en el reino de Dios?  

  En el Evangelio de Mateo sus discípulos le preguntan “quién es el más grande en el reino de los cielos”.  

  Su respuesta dice mucho. Él llama a un niño, lo pone en medio de ellos y dice”…les aseguro que si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos”.  

  Consideremos lo que significa esta enunciación tan poderosa. ¿Cuáles son las cualidades de un niño que son tan apropiadas para el reino de Dios y que Jesús parece insinuar que los adultos no tienen? ¿Es su fe incondicional y su confianza en quienes cuidan de ellos? El Señor nos llama a poner esa clase de confianza en Él. ¿Es la sensación de asombro que tiene un niño; esa capacidad de vivir tan fácilmente en el momento y por tanto reconocer la mano de Dios que obra en sus vidas? ¿Es su tendencia a ver las cosas primero con ojos de justicia y caridad sin el filtro de la cohibición?  

         Al mismo tiempo, las escrituras nos dicen que hay un papel para nosotros los “adultos” en la enseñanza y formación de los jóvenes en su fe. “Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él.” (Proverbios 22:6).  Al viajar por toda la Diócesis durante las últimas __ semanas para Confirmar a miles de jóvenes que con la Confirmación completan su plena iniciación en nuestra fe, me da la impresión que los jóvenes han aprendido bien en nuestros programas formales de educación religiosa. Pero nuestro trabajo de formarlos y acompañarlos está lejos de terminar. ¿Qué les espera ahora en su parroquia? ¿Quién los acompaña al discernir ellos un llamado al ministerio?  Lo mismo ocurre con los egresados de nuestras escuelas; tendemos a enviarlos al siguiente nivel y pensamos que tienen todo lo que necesitan. Para ellos, este es un tiempo de reflexión y cuestionamiento. Esto me quedó muy claro en meses recientes ya que tuve la oportunidad de visitar a los graduados de nuestras tres escuelas católicas después de celebrar la Santa Misa con ellos. Hablaron de los valores que aprendieron en su escuela, pero también me preguntaron qué valores pensaba yo que sería más importante que ellos llevaran al próximo trecho de su camino.  Ellos han aprendido lo suficiente y han tenido vivencias suficientes para hacer preguntas importantes. Tienen algo que dar. Sin embargo, necesitan también que ustedes y yo nos quedemos con ellos en su camino.  

          Nuestra Iglesia Universal abordará la cuestión de cómo involucrar a los “jóvenes” en el próximo Sínodo de Obispos. Nuestra Diócesis toma parte en esto encuestando primero este mes y el mes próximo a los jóvenes y a quienes trabajan con ellos. Esta es una oportunidad bendecida que nuestra Iglesia tiene para aprender más sobre la valiosa perspectiva de nuestros jóvenes católicos, tal vez para recordar lo que Jesús quiso decir cuando dijo que debemos “hacernos como niños”. Es también una oportunidad para que entendamos cómo podemos potenciar mejor a nuestros jóvenes al crecer ellos en funciones de ministerio en nuestras comunidades de fe.  

         Si eres un joven o joven adulto, o alguien involucrado en un ministerio relacionado con los jóvenes, te insto a que participes en esta encuesta. Lo puedes hacer directamente en nuestro sitio diocesano de internet. Y más generalmente, si eres adulto te pregunto;  

 ¿Cómo puede tu parroquia apoyar mejor a sus jóvenes?  ¿Tienen algo para acompañarlos después que reciben la Confirmación?  ¿Cómo pueden modelarles la Alegría del Evangelio de la mejor manera?  

   Compartan sus ideas con sus familias y hermanos feligreses. Caminemos al Señor junto con nuestros jóvenes.  

   Ofrezco mis oraciones para que tengan un verano que les permita descansar, reflexionar y pasar tiempo con su familia y amistades. Demos gracias a Dios por este tiempo de reposo y por las muchas maneras en que bendice nuestras vidas.

 

Maria CovarrubiasLa piedra que los constructores rechazaron se ha convertido en la piedra angular... leemos esta declaración varias veces en las lecturas al comienzo de la Pascua. Pedro mismo lleno del Espíritu Santo proclama esto a los ancianos y a los escribas como una respuesta de su pregunta de ¿”Con qué poder o en nombre de quién han hecho esto? Entonces, Pedro proclama con firmeza y convicción: “Ningún otro puede salvarnos, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos ser salvos”.

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