Como Católicos, tenemos un tesoro de incalculable valor. La Iglesia se preocupa por nuestra familia y todas las familias del mundo. Como una buena madre, la Iglesia quiere lo mejor para todos sus hijos y siempre está viendo cómo cuidarlos mejor. Ocho meses después de comenzar su pontificado, el Papa Francisco convocó una reunión (sínodo) para discutir los desafíos actuales de las familias del mundo.

El primer sínodo fue en octubre del 2014, y el segundo fue en octubre del 2015 en la Ciudad del Vaticano. A estos sínodos asistieron cardenales, obispos, 13 parejas y algunos delegados de otras denominaciones cristianas de todo el mundo.
 Uno de los frutos nacidos de estos dos sínodos fue la exhortación apostólica escrita por el Papa Francisco, Amoris Laetitia- “Sobre el amor en la familia” publicada en marzo del 2016, después de mucha reflexión y oración. El documento contiene los resultados de los dos sínodos y busca compartir con la Iglesia, la misión a la que están llamadas las Iglesias Domésticas del mundo, en este momento de la historia. El documento enfatiza que el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. San Juan Pablo II a menudo proclamaba: “A medida que la familia se va, también la nación y el mundo entero”.
 En el Capítulo 2 de Amoris Laetitia, el Papa Francisco comparte con La Iglesia las experiencias y desafíos de las familias en el mundo de hoy. Comparte sobre lo que estamos viendo y lo que nos depara el panorama actual. Algunos de los principales desafíos destacados por el Papa Francisco fueron el individualismo, el relativismo, la falta de compasión, la cultura del descarte y la ruptura de los matrimonios a escala mundial. Hay varios otros que menciona, pero estos son algunos de los más perjudiciales.
 El individualismo, dice el Papa Francisco, está dañando la forma en que nos relacionamos con los demás. Tememos perdernos si damos demasiado de nosotros mismos. Sin embargo, dado que fuimos creados por Dios para estar en relación con Él y con los demás, solo podemos encontrar nuestro propósito y nuestra verdadera felicidad en el sincero don de nosotros mismos. El relativismo es otro mal de nuestros días. Sostiene que no hay una verdad absoluta, porque cada uno tiene su propia verdad. Ha dado lugar a ideologías que deforman la vocación del matrimonio y la vida familiar según el diseño de Dios.
 La falta de compasión dentro de la familia y en la sociedad es otra adversidad para las familias de hoy. A menudo no estamos dispuestos a sufrir con los demás, a acompañarnos en las alegrías y penas de la vida. La cultura del descarte, comparte el Papa Francisco, también está perjudicando a las familias de todo el mundo. Las personas son vistas como desechables, como objetos para ser utilizados para el placer personal. San Juan Pablo II solía decir que lo contrario de amar a alguien es usarlo. Por último, pero no menos importante, la ruptura de los matrimonios en todo el mundo debido a las crisis matrimoniales y el mal manejo del conflicto ha fragmentado a muchas familias. Cada vez menos personas quieren casarse, dice el Papa Francisco, porque han visto a parejas cercanas a ellos separarse, y han visto toda la angustia que viene como resultado.
 Ciertamente, estamos viviendo en tiempos difíciles, cuando muchas fuerzas buscan destruir o distorsionar el plan de Dios para el matrimonio y la vida familiar. Sin embargo, a pesar de lo sombrío que pueda parecer el futuro, hay esperanza en Jesucristo, como nos recuerda el Evangelio de San Juan: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo pueda salvarse a través de él.”(Juan 3:17). El Papa Francisco también le dice alegremente al mundo en Amoris Laetitia: “Agradezco a Dios que muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, cumplen su vocación y siguen adelante, incluso si caen muchas veces en el camino”. (AL, 51) y lleno de esperanza, le dice a todas las familias del mundo: “Hagamos este viaje como familias, sigamos caminando juntos” (AL, 325)

Mario y Paola Martínez son los co-directores de la Oficina de Pastoral Matrimonial y Familiar en la diócesis de San Bernardino.