Maria CovarrubiasPor Maria Covarrubias

¡Nuestro viaje cuaresmal ha dado muchos frutos! Tuvimos la oportunidad de ser más intencionales en nuestra oración, caridad, obras de justicia, abstinencia y vivir las virtudes cardinales. La mayoría de nuestras parroquias ofrecieron a sus miembros la oportunidad de recibir el Sacramento de la Reconciliación. Muchos experimentaron el dar y recibir el perdón. Los adultos, niños, y jóvenes elegidos (gente en el RICA) pasaron por el periodo de purificación e iluminación y la preparación final para recibir los Sacramentos de Iniciación: el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión. 

Comenzando con el Domingo de Palmas, experimentamos la riqueza de los eventos de la Semana Santa. Durante esta semana, nuestro obispo celebro la Misa del Crisma en la que bendijo los tres óleos que serán usados durante este año para ungir a las personas: el óleo de los catecúmenos para aquellos que buscan a Jesús en la conversión; el óleo para la unción de los enfermos, y el Crisma que se usará en el Sacramento del Bautismo, la Confirmación y las Ordenes Sacerdotales. Al final de Semana Santa, experimentamos el punto más alto: el Misterio Pascual o Triduo. El Misterio Pascual es la esencia de la experiencia Católica. Jesús revela el propósito profundo de la existencia humana. La vida y la salvación significan sufrimiento, muerte y resurrección. 

El Jueves Santo recordamos la Ultima Cena, la institución de la Eucaristía y el sacerdocio. El Viernes Santo, uno de los días más significativos de todo el calendario eclesiástico, unimos nuestros sufrimientos con la pasión de Cristo. En el libro Bringing Lent Home with Mother Teresa (Trayendo la Cuaresma a casa con la Madre Teresa), la autora incluye esta reflexión de la Madre Teresa sobre el sufrimiento, “El sufrimiento solo no es nada; pero el sufrimiento compartido con la pasión de Cristo es un don maravilloso. Sí, un don y signo de su amor; porque así fue como el Padre prueba que él ama al mundo al darle a su Hijo para que muera por nosotros”. 

El Sábado Santo es todo acerca de la espera, el dolor, la oración y el silencio. Jesús fue crucificado el Viernes Santo y enterrado en una tumba. Nuestras iglesias se encuentran sin ningún adorno después de haberse despojado de todo. No se celebran Misas desde la Misa de la Ultima Cena hasta la Vigilia Pascual. Estamos de luto y esperamos, y ¿ahora qué? 

La Vigilia Pascual comienza al atardecer del Sábado Santo en la oscuridad. El sacerdote bendice el fuego de donde se encenderá el Cirio Pascual. Este cirio representa a Cristo resucitado entrando triunfante en la iglesia y encendiendo las velas sostenidas por la congregación hasta que la iglesia completa se ilumina. ¡Jesús ha resucitado de la muerte y ha conquistado el pecado y la maldad! 

El Domingo de Pascua completa el Misterio Pascual. En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco nos recuerda: “La resurrección de Cristo no es un evento del pasado. La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano”. (La Alegría del Evangelio 276 & 278) 

¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive! ¡Aleluya! 

Reflexión: 

Tome tiempo para reflexionar en su experiencia cuaresma; ¿Qué ganó? ¿Qué perdió? Escriba una oración de agradecimiento a Jesús por esta experiencia y su acompañamiento hacia la resurrección. 


  • Maria G. Covarrubias es la Directora de la Oficina del Ministerio para la Catequesis de la Diócesis de San Bernardino.