Estamos en el mes de Acción de Gracias, un día festivo que nos llama a hacer una pausa y reflexionar sobre todo lo que Dios nos ha dado, un día para compartir una comida que simboliza su generosidad. Sabemos que esta observancia se remonta a la época de los peregrinos y los nativos que habitaron juntos lo que pasaría a ser los Estados Unidos de América.


 Se nos dice que el primer Día de Acción de Gracias se celebró en un tiempo de grandes penurias. Quienes se reunieron para compartir esta comida luchaban por sobrevivir, lidiando con la incertidumbre y las dificultades de la vida como nuevos colonizadores en el Oeste de los Estados Unidos de América. Se podría argumentar que el Día de Acción de Gracias fue algo que levantó el ánimo. Se requirió el esfuerzo colectivo de todos los habitantes de la zona para lograrlo. Lo que compartieron fue un agradecimiento a su Creador por lo que tenían. Era un momento para concentrarse en lo bueno, en lugar de lo que no iba bien.
 Siglos después, este sigue siendo el modelo para nosotros. No enfrentamos las mismas dificultades de los peregrinos y los nativos, pero ciertamente tenemos nuestras propias tensiones y desafíos que demandan nuestro tiempo y atención. Para algunos, es más difícil llegar a la mentalidad de agradecimiento, de contar las muchas formas en que Dios bendice nuestras vidas. El Día de Acción de Gracias nos brinda una ocasión, una excusa para expresar nuestra gratitud a Dios.
 En estos últimos meses que me restan como su Obispo, estoy reflexionando más a fondo sobre las muchas cosas por las que he estado y sigo estando agradecido. Este es un ejemplo de mi lista de agradecimiento:
 Estoy agradecido por,
 Los fieles de nuestra diócesis que viven y comparten el Evangelio todos los días.
 Los clérigos, los religiosos y las religiosas de nuestra diócesis.
 Los ministros laicos de nuestra diócesis.
 La gran diversidad cultural que bendice nuestra diócesis.
 La participación y el entusiasmo de nuestros jóvenes y jóvenes adultos.
 La calidad de la educación y formación que se imparte en nuestras escuelas católicas
 El espíritu innovador de nuestros programas de catequesis y formación y educación de adultos.
 El vigor, la generosidad y el compromiso de nuestras comunidades de fe para construir nuevas iglesias.
 Quienes promueven las vocaciones en nuestra diócesis.
 Lo aprendido y las respuestas al proceso del V Encuentro.
 Nuestros ministerios diocesanos y parroquiales que sirven a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables --- los que no tienen un techo, los inmigrantes, los presos, las personas de la tercera edad, los enfermos y moribundos, y las criaturas en el vientre materno.
 Todos los que han orado por mí y me han apoyado en mis años como Obispo. Verdaderamente lo he necesitado y me ha fortalecido.
 Los invito a que hagan su propia lista de agradecimiento este mes en el espíritu de Acción de Gracias. Ofrezco también mis bendiciones y oraciones para que tengan un día festivo reconfortante y lleno de júbilo.