Por Diácono Richard Simpson

El Papa Francisco ha legado a la Iglesia una herramienta importante para su futuro: una forma moderna de sinodalidad como práctica eclesial fundamental. La sinodalidad no es nueva, pero el Papa Francisco la expandió, pasando de involucrar solo a obispos a incluir a sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos.


El efecto de esto fue coherente con otro tema central del papado de Francisco: la inclusión y dar voz a los marginados. Se ha vivido en nuestra diócesis a través de numerosas sesiones de escucha y diálogos destinados a fomentar un mayor sentido de comunión, participación y misión en nuestra Iglesia local.


Entre los principios importantes de la Iglesia Católica Romana se encuentran la subsidiariedad y la sinodalidad. Desde el Concilio Vaticano II, estos dos principios han cobrado especial importancia, ya que la Iglesia reconoce la importancia de cada uno de sus miembro.


Para comprender uno de estos principios requiere también comprender el otro. La subsidiariedad es una delegación adecuada, que permite a los más cercanos de los problemas tengan la responsabilidad y la autoridad para resolverlos sin recurrir a una autoridad superior en la Iglesia. Esta delegación involucra a obispos individuales, párrocos, líderes diocesanos, etc.


En esta diócesis, en el espíritu de subsidiariedad, la Oficina Diocesana de Planificación Pastoral ha asistido durante años a los párrocos en el desarrollo de sus propios planes con sus consejos pastorales y feligreses de manera sinodal.


En la medida en que exista una verdadera subsidiariedad, es necesaria una sinodalidad más amplia para obtener las perspectivas de quienes son activos en sus iglesias locales. El Papa Francisco fue consciente de esto y solicitó las aportaciones de las parroquias, diócesis y regiones del mundo durante un período de tres años. De esta manera, el Papa Francisco pudo obtener más plenamente del Pueblo de Dios el sensus fidei (sentido de la fe) del que habla el Catecismo (92), así como cambios prácticos en la gestión de la Iglesia.


La sinodalidad no es un proceso democrático en el sentido que los estadounidenses entienden la democracia. Es una práctica común en la gestión formular estrategias sólidas con la participación de representantes de todos los niveles de la organización en las discusiones. Cada nivel tiene su propia perspectiva, y en el proceso, todos pueden comprender mejor las perspectivas de otros dentro de la organización. Tras las discusiones, se proporciona información, y en ocasiones se formulan recomendaciones, al responsable de la toma de decisiones (el Papa Francisco) para su consideración.


Muchos esperaban grandes decisiones del Papa Francisco en el Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, así como del reciente Sínodo mundial sobre la Sinodalidad. Aunque los resultados de los sínodos pueden ser decisiones directas, con mayor frecuencia dan lugar a un mayor discusión y estudio.


El informe final del Sínodo sobre la Sinodalidad, aprobado y publicado por el Papa Francisco, instó a convertir la sinodalidad en una práctica fundamental de la Iglesia, a ampliar el papel de la mujer, a involucrar a las comunidades marginadas, la evangelización y reformas estructurales y procedimentales. Estas reformas llevará a la Iglesia al mundo moderno. El Papa Francisco instó a su implementación en toda la Iglesia global.


El diácono Richard Simpson está asignado a la Oficina del Obispo y es profesor emérito de Gestión Estratégica en la Universidad de La Verne.