Por El Padre Benedict Nwachukwu-Udaku, Ph.D.
Reconociendo que somos pecadores es la mejor manera de abrir nuestros corazones a las bendiciones del Año Jubilar para que encuentren un lugar dentro de nosotros. En su libro best seller, Redescubre el Catolicismo: Una guía espiritual para vivir con entusiasmo y determinación, Matthew Kelly escribe: “Soy un pecador. Todos los días veo que hago cosas destructivas que me dañan. Digo cosas que hieren a los demás, o las hiero al no decir ciertas cosas. Cuando esto ocurre, tenlo por seguro que las cosas que estoy pensando son la raíz de esas palabras y acciones. Estos son los pensamientos, palabras y acciones que se desvían del orden natural y me separan de la paz de saber que estoy contribuyendo de manera positiva al bien común del desarrollo del universo. La cosa rara, es que dentro de lo profundo de mí no quiero pensar, decir, o hacer estas cosas. No quiero ser la persona negativa; quiero ser la mejor-versión-de-mi-mismo. Quiero vivir contribuyendo a la felicidad de los demás no a su miseria. En cada momento de cada día, me encuentro en una lucha. Estoy dividido. Tal como ustedes, me encuentro experimentando lo que Pablo describió como: ‘El bien que quisiera hacer, no lo hago, y hago el mal que no debería de hacer’” (Romanos 7:19). Por medio del Sacramento de la Reconciliación, somos restaurados a la comunión con Dios y el uno con el otro.
El Año Jubilar, como un tiempo de encuentro con Dios, hace imperativo la reconciliación con nuestro Padre Celestial. El Papa Francisco enfatiza la importancia de este sacramento, diciendo: “Las iglesias jubilares en las rutas de peregrinación y en la ciudad de Roma pueden servir como oasis de espiritualidad y lugares de descanso en la peregrinación de fe, donde podemos beber de las aguas de esperanza, sobre todo al acercarnos al Sacramento de Reconciliación, el punto de partida esencial de todo verdadero camino de conversión. En las Iglesias particulares, se debería de tomar cuidado especial para preparar a los sacerdotes y los fieles para celebrar el sacramento de la Confesión y hacer que esté fácilmente disponible de manera individual” (Spes Non Confundit, no. 3)
El Sacramento de la Reconciliación llena la necesidad de renovación espiritual, permitiéndonos continuar en un estado continuo de gracia mientras caminamos hacia Dios, nuestro Padre. Este sacramento de sanación no solo es un don espiritual profundo, pero también un paso decisivo, esencial y fundamental en nuestro camino de fe. Por medio de este, permitimos que Dios borre nuestros pecados, sane nuestros corazones, nos levante, nos abrase y nos revele su rostro tierno y compasivo. Como nos recuerdan las Escrituras, “Sean reconciliados a Dios” (2 Corintios 5:20) (Spes Non Confundit, no. 24). El Jubileo en su esencia es una celebración del derramamiento de la misericordia, la gracia y el perdón divino. No participar en la Confesión durante este tiempo sagrado sería perder una oportunidad de recibir la plenitud de la misericordia y el perdón de Dios.
El Año Jubilar y la Indulgencia Plenaria
Una indulgencia es una remisión ante Dios del castigo temporal debido a los pecados que ya han sido perdonados. El beneficio espiritual se otorga a un fiel cristiano que está propiamente dispuesto y cumple con ciertas condiciones prescritas por la acción de la Iglesia que, como el ministro de la redención, dispensa y aplica con autoridad los tesoros de las satisfacciones de Cristo y los santos. Las indulgencias se pueden aplicar a los vivos o los muertos (CIC, 1471). Como parte de los beneficios espirituales del Año Jubilar, la Iglesia, por medio del Vicario de Cristo, el Papa Francisco, ofrece indulgencias a los fieles, quien cumplen con las condiciones necesarias para recibir esta gracia. De acuerdo con el Papa Francisco, una indulgencia es una manera de descubrir la naturaleza ilimitada de la misericordia de Dios (Spes Non Confundit, no. 23). Para obtener una indulgencia plenaria durante el Año Jubilar 2025, uno debe cumplir los siguientes requisitos: Visitar una de las iglesias designadas por el Obispo (ver páginas 10-11), recibir el Sacramento de la Reconciliación, recibir la Santa Comunión, practicar las Obras de Misericordia Espirituales y Corporales, y orar por la intención del Papa.
El Padre Benedict NwachukwuUdaku, Ph. D, es el Director de Formación Académica en la Casa de Formación San Junípero Serra en la Diócesis de San Bernardino.