por Obispo Alberto Rojas

Queridos amigos, paz y bienestar para todos ustedes y sus familias en este tiempo alegre de Pascua; espero en Dios que todos se encuentren bien. Solo quería recordarles que no importa lo que otros piensen o digan de ustedes, cada uno de ustedes es una persona hermosamente maravillosa porque cada uno fue creado a imagen y semejanza de Dios; ustedes son amados hijos e hijas de Dios; le pertenecen a Dios. ¡No le pertenecen al demonio, gracias a nuestro Señor Jesucristo! ¿Se han puesto a pensar en lo milagroso que es el regalo de la vida? Cada uno es un regalo precioso y una bendición para el mundo, con un maravilloso potencial para ustedes y para todos a su alrededor. Ustedes están en este mundo con un gran propósito y una gran misión de Dios. ¿Son conscientes de esto?

Estoy seguro que saben que Dios nos ha creado a todos con una libre voluntad o albedrío. O sea, Dios nos ha dado la habilidad de escoger libremente, y de nosotros depende si queremos ver el mundo a nuestro alrededor con su belleza maravillosa, o si queremos ver el mundo solo enfocándonos en lo que creemos que nos hace falta de acuerdo a nuestro propio juicio. Nuestra percepción tiene una influencia poderosa en cada una de nuestras experiencias, y mucho de lo que vemos tiene que ver con nuestra manera de pensar. En otras palabras, buscamos lo que creemos que es verdad. Por ejemplo, si ustedes van a una fiesta o reunión social y piensan que ahí habrá gente que no los va a aceptar, ustedes van con ese pensamiento ya predispuestos y buscando ver quien les va a hacer una mala cara, para luego concluir que no los aceptaron solo por ese detalle. Muy seguramente esa persona con cara de pocos amigos ni siquiera los conoce, pero esa posibilidad ni les pasa por la mente porque ya van predispuestos de que su percepción es la correcta y estar en lo cierto siempre parece importante para todo mundo. La pregunta es, ¿Qué prefieren, estar correctos o ser felices?

Todos los Cristianos por virtud de nuestro propio bautismo estamos llamados a consagrar, santificar y divinizar el mundo, llenándolo de esperanza alegre y de amor incondicional. Todos tenemos ese potencial, pero a veces parece que todos tenemos un grupo de personas que nos hacen enojar porque no hacen las cosas como nosotros pensamos que deberían de hacerlas, y creemos que nuestra manera es la mejor. Pero también hay veces que la manera de Dios y nuestra manera de ver las cosas no coincide, no es igual; y cuando rechazamos hacer la voluntad de Dios, no podemos encontrar la paz interior. Este tiempo de Pascua, es un tiempo para dejar a un lado nuestras cosas y permitirle el paso a Dios en nuestras vidas. Dejar todo lo que nos enoja y todo prejuicio, y dejar a Dios que nos inunde con su amor y compasión para poder compartir con todos los que nos rodean en cualquier parte que nos encontremos. El Papa Francisco dice que Dios nos quiere decir que somos preciosos y únicos a sus ojos; que nadie puede ocupar nuestro lugar en el corazón de Cristo. Entonces, venimos de la grandeza y estamos hechos para la grandeza, y nadie puede quitarnos eso.

Dios nos ha dado el gran regalo de la vida para vivirlo una sola vez y disfrutarlo; y nos rodeó de una belleza incomparable, no solo en la naturaleza, sino también en cada persona. Así que, depende de nosotros si queremos escoger admirar la belleza a nuestro alrededor o solo ver lo negativo. Jesucristo siempre notaba lo bueno de cada persona constantemente. En el Evangelio de San Mateo 5, 14-16 nos recuerda que, “Tu eres la luz del mundo. Una ciudad construida en una montaña no puede ser escondida. Nadie prende una lámpara para ponerla debajo de una canasta, sino en un lugar donde alumbre a todos los de la casa. De la misma manera, deja que tu luz brille para los demás, para que puedan ver tus buenas obras y den gloria a tu Padre que está en el Cielo.” Sería muy difícil reconocer la belleza de la creación y de otras personas si nosotros no la reconocemos primero en nosotros mismos. Todos somos una expresión única del amor incondicional de Dios. Pero si seguimos continuamente enfocándonos solo en nuestras faltas y debilidades, seguiremos escondiendo la belleza de nuestra “Luz” de Dios que habita en el corazón de cada uno de nosotros.

Pidámosle a Dios diariamente que nos ayude a enfocarnos en el regalo milagroso de la vida que se nos dio al nacer. Cuando hacemos esto, la única respuesta será de gratitud y agradecimiento; y tener una actitud de gratitud y agradecimiento nos puede dar una fuerza poderosa con la que podemos cambiar nuestras vidas y la vida de muchos para que cambie el mundo. No necesitamos ser especialistas de malas noticias; Cristo nos dijo que somos portadores de luz y de alegría. Cuando decidimos escoger ser “el regalo” que realmente somos, entonces seremos capaces de abrir nuestros ojos para ver la belleza que nos rodea constantemente. Así, también es más fácil reconocer la belleza de los demás. La Resurrección de Cristo de entre los muertos nos invita a hacer un esfuerzo especial para poder ser mensajeros con un corazón lleno de amor divino. No tratemos de correr para huir de nuestra misión, porque nuestra presencia amorosa podría ser exactamente lo que otras personas han estado buscando para tener un encuentro con Cristo resucitado. Uno nunca sabe, pero nosotros podríamos ser el único medio o la única fuente para que mucha gente tenga la oportunidad de creer en la presencia amorosa de Dios entre nosotros.

El Señor Jesucristo está realmente vivo, pero a veces no lo notamos porque El está siempre mucho más vivo que nosotros mismos para poder notarlo. Así que, ¡Levanta tu cara, confía en el Señor y sonríe! Cuando el Angel de Dios se apareció a la Virgen María, le trajo grandes noticias de alegría y ella confió, aceptando ser la sierva del Señor y cooperando para traer la Luz al mundo. El Angel del Señor sigue buscando por todo el mundo, esperando encontrar un siervo o sierva del Señor, alguien que quiera ser suficientemente humilde, suficientemente confiable para admitir sin entenderlo todo, que en su corazón, también la Palabra de Dios se puede hacer carne y morar entre nosotros. Si no le pedimos a Dios lo que parece imposible, entonces no le estamos pidiendo que se muestre para nosotros como Dios. O sea, si solo le pedimos a Dios que nos conceda lo que es posible, entonces solo le estamos pidiendo que haga lo que nosotros mismos podemos hacer. Pero Dios es un Dios super misericordioso y amoroso que siempre se complace en hacer todo lo que nos sobrepasa. Yo por esto estoy eternamente agradecido; y les invito a que alabemos el nombre del Señor juntos. Muchas gracias por leer esta simple reflexión. Que Dios les bendiga mucho.