Mientras los obispos de California se preparaban para entrar a la sala tercer piso del Vaticano, el Papa Francisco se quedó en la puerta para saludarlos uno por uno. Se encargó de asuntos de orden, como indicarles dónde encontrar refrigerios y la ubicación de los baños.
Les dijo a los obispos que podían hacerle cualquier pregunta, y cuando lo hicieron, él las respondió con paciencia.
Así recuerda el Obispo Alberto Rojas la visita Ad Limina de 2020, una de las dos ocasiones en que conoció al Papa Francisco, a quien describió como atento, franco y fraternal.
“Era como un verdadero maestro,” dijo el Obispo Rojas. “Se tomaba el tiempo para responder a cada pregunta en cada aspecto.”
Cuando llegó el turno del Obispo Rojas para hacer una pregunta, le preguntó al Papa: “¿A qué le tienes más miedo?”
“Sin dudarlo, respondió ‘la división,” recuerda el Obispo Rojas. “Dijo que el diablo puede dividirnos. Y luego enfatizó nuestra unidad en Cristo, que viene de Dios.” El Obispo Rojas es uno de los muchos obispos de la Diócesis de San Bernardino que han compartido encuentros personales con el Papa Francisco, ya sea en Roma o durante su única visita a Estados Unidos en 2015.
La Hermana Leticia Salazar, ODN, Canciller de la Diócesis, probablemente fue quien más tiempo pasó con el Santo Padre, ya que este la había elegido como delegada con derecho a voto para el Sínodo Ordinario de los Obispos 2021-24, que abordó uno de los temas centrales de su Pontificado: la sinodalidad. Durante las reuniones de un mes de octubre de 2023 y 2024, la Hermana Leticia lo veía con regularidad y entablaron una amistad. Para el segundo año de las reuniones del Sínodo en Roma, el Papa recordó su cumpleaños y le ofreció un abrazo. Francisco se mostró atento y humilde, comentó, al relatar una conversación que tuvieron sobre su madre, quien rezaba a diario por el Papa. Un día después de esa conversación, el Papa Francisco buscó a la Hermana Leticia y le entregó un rosario que había bendecido especialmente para su madre. “Me conmovió profundamente ese encuentro,” dijo. “No fue solo a nivel personal; fue la presencia de Cristo en la Iglesia.”
El diácono Raymond Moon tuvo una impresión similar cuando prestó servicio en la Misa de Canonización de San Junípero Serra en Washington D.C. en septiembre de 2015. Antes de la misa, él y otro diácono tuvieron la fortuna de estar presentes frente a la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción cuando pasó el Papa Francisco.
“Estaba literalmente al alcance de la mano del Santo Padre. Y cuando detuvo su coche, bajó a la gruta que estaba junto a la Basílica, me acerqué y, de nuevo, estuve a pocos metros de él,” recuerda el diácono Moon. “Pero al estar tan cerca del Vicario de Jesucristo, sentí la presencia de nuestro Señor como solo la había sentido pocas veces en mi vida.”
El Obispo Emérito Gerald Barnes, quien dirigía la diócesis al momento de la elección del papa Francisco, se reunió con él en tres ocasiones distintas (lea su reflexión completa en la página 28). Barnes señala que este papa encarnaba verdaderamente los valores diocesanos fundamentales de hospitalidad, compartir la fe, colaboración y reconciliación.
“En las conversaciones con el Santo Padre, siempre mostró interés en lo que teníamos que decir,” dijo el obispo Barnes. “Me dio la sensación de que todos tenemos voz; un papel importante que desempeñar.”
El papa Francisco también conectó estrechamente con los ministros de jóvenes y adultos jóvenes de la diócesis. Brenda Noriega-Flores, quien se desempeñaba como coordinadora del Ministerio de Jóvenes Adultos de la diócesis en 2019 cuando el papa Francisco viajó a Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud, formó parte de un grupo de diez ministros que almorzaron con él. Entre los temas de discusión de ese día se encontraba la crisis de abuso sexual, que, según Noriega, el Santo Padre abordó con transparencia y profunda emoción. “Vi en sus ojos que compartía el dolor con nosotros,” recordó en una reflexión para BYTE en 2019. “Cuando hablaba de las víctimas, su voz y sus ojos estaban llenos de compasión y dolor. Nos miró a cada uno y nos pidió que estuviéramos con las víctimas.”
Como la única miembro bilingüe del grupo, Noriega-Flores fue la encargada de traducir al Papa durante el almuerzo de ese día. Su conexión continuó más tarde ese año cuando el Papa Francisco la nombró como una de las dos representantes de Estados Unidos para participar en un foro en el Vaticano para discutir su Exhortación Apostólica Christus Vivit, y posteriormente para formar parte de un órgano asesor especial del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida del Vaticano. Noriega-Flores dejó la diócesis en 2020 y ahora es candidata a doctorado en teología y educación en Boston College, a la vez que sigue siendo una voz internacional en el ministerio hispano. Wil Aguirre, Director de Defensa y Justicia para Inmigrantes de la diócesis, fue posiblemente uno de los últimos ministros locales en ver al Papa Francisco en persona. Él y sus padres disfrutaron de un asiento en primera fila para el rezo del Ángelus con el Papa el 29 de diciembre. Estaban en Roma para realizar una peregrinación con motivo del Año Jubilar.
“Incluso en ese estado de fragilidad, nunca se nos pasó por la cabeza que fallecería pronto,” dijo Aguirre.
Aguirre y su familia quedó impactada por la reverencia y devoción de la enorme multitud reunida en la Plaza de San Pedro.
“Se sentía como si cayera un alfiler cuando hablaba. Uno está pendiente de cada palabra que dice, y luego la gente grita por él, como los niños gritan por sus padres.”
En homilías y declaraciones públicas tras el fallecimiento del Papa, el obispo Rojas animó a los católicos locales a reflexionar sobre sus enseñanzas y a vivirlas.
“Tendremos al Papa Francisco por el resto de nuestras vidas,” dijo el obispo durante una misa en el Centro Pastoral Diocesano el 23 de abril. “Si tomamos en serio el mensaje de Cristo, apreciaremos lo que el Papa Francisco ha hecho por nosotros.”