Por Revendisimo Alberto Rojas

 Los seres humanos somos personas espirituales por naturaleza. La creación de la raza humana es muy especial porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, no como el resto de la creación; y esto nos da un privilegio único, pero también una responsabilidad muy seria en nuestra relación con Dios, con otras personas, y con el resto de la creación. Entonces, ¿Que significa que hayamos sido creados a imagen y semejanza de Dios?

 

  El libro del Génesis (1:26-31), dice que fuimos creados a imagen de Dios, y luego aprendimos que Dios no tiene una imagen o cuerpo. Y nos preguntamos, ¿Como es eso posible? No todos nos parecemos ni tenemos los mismos comportamientos. Mas tarde comprendimos que la imagen de Dios no se refiere tanto a una semblanza física; Dios-Padre no tiene un cuerpo. Dios-Espíritu Santo es mencionado en la Biblia como una llama de fuego, una paloma, o un viento suave, pero es un espíritu. Dios-Hijo tiene un cuerpo ahora, pero no lo tenía cuando Dios creó a las personas a su imagen; el Hijo era la Palabra.

 Digamos entonces que si nos quedamos solo con la imagen de Dios como una semblanza física, esto nos podría llevar a mucha confusión. Podríamos poner en debate, ¿Quien fue creado más a la imagen de Dios, los hombres o las mujeres? ¿La raza negra o la blanca? Y que pensaríamos de los que nacen sin manos o sin piernas, o los que nacen con otras condiciones especiales, ¿Serían menos imagen de Dios por esa razón?

  La imagen y la semejanza son términos parecidos, pero al mismo tiempo distintos; más bien se complementan uno al otro. Una imagen es un duplicado. Las estatuas están hechas a la imagen del original, tratando de reflejar una semblanza exacta, casi como un hijo que es la misma imagen de su padre. Y la semejanza no es tan precisa como la imagen. Ser como alguien mas es poseer algunas características de la otra persona, pero no todas. Es claro, no poseemos la omnipotencia de Dios, ni su sabiduría o su perfección y divinidad.

  Dios formó a los humanos del polvo y les dio vida al compartir su aliento divino (Gn.2,7). Por eso somos únicos en la creación de Dios, creados con un cuerpo y un alma. El ser creados a imagen y semejanza de Dios, en términos simples, significa que fuimos destinados para reflejar a Dios. Toda la humanidad fue creada en la misma imagen y semejanza de Dios, llamados a reflejar y representar su imagen, la cual está inculcada en nuestra propia naturaleza; y de ahí es de donde viene nuestra dignidad humana. Adan y Eva reflejaron la vida de Dios cuando fueron creados con salud perfecta y no estaban sujetos a la muerte antes de su caída.

 La semejanza con Dios se refiere a la parte espiritual; la que nos separa del mundo animal y nos prepara para tener el dominio que Dios nos dio sobre la creación, y mantener una relación con nuestro Creador. Podríamos decir que somos como Dios en el sentido de que se nos ha dado un poder especial sobre la tierra. Somos responsables del cuidado del mundo y sus habitantes. Pero este poder no es un derecho de nacimiento; es un regalo sagrado que Dios nos dio; una responsabilidad seria que no bebe ser tomada a la ligera, porque al final, tenemos que dar cuenta a Dios de las condiciones de nuestro mundo y de la manera en que hemos tratado a nuestros semejantes.

 Fuimos creados en un nivel más alto que los animales, las plantas y los minerales. Poseemos una semejanza con Dios que nos permite desarrollar una relación personal y espiritual con El; nos comunicamos con Dios y Dios con nosotros (Gn.1,28). Algunos animales parecen tener una capacidad de relación, un instinto para responder o reaccionar, pero no la capacidad de formar una relación espiritual con Dios. Los humanos somos bendecidos con esta habilidad y oportunidad maravillosas.

 Hay algunos atributos básicos de nuestra naturaleza humana en nuestra semejanza con Dios como lo son el intelecto, el libre albedrio, y nuestra capacidad de relacionarnos. Con nuestro intelecto podemos pensar espiritualmente y adquirir conocimiento y sabiduría. Por la inteligencia reflexionamos sobre la verdadera existencia, y distinguimos lo correcto de lo errado, haciendo elecciones sabias, sin dejar que otras razones egoístas nos consuman. Con la inteligencia, el ser humano ha creado e inventado cantidad de avances tecnológicos como los cohetes espaciales, aviones, computadoras, teléfonos celulares, carros sofisticados, robots, máquinas poderosas, etc.

 Nuestro libre albedrio es otro atributo que Dios nos compartió al crearnos a su semejanza, el cual nos ayuda a escoger libremente y a ir moldeando el tipo de persona que queramos ser. Nuestras decisiones van formando nuestro carácter, y hasta nuestro destino. Y podemos usar este atributo para bendecir a Dios o para maldecirlo también. Podemos escoger vivir una vida de gracia y santidad o una vida terrible de maldad y de pecado. Dios quiere llevarnos en la dirección correcta y nos invita, pero no nos forzará. Dios siempre nos abrirá sus brazos, queriendo establecer una relación con nosotros, y nosotros elegimos. Su capacidad para perdonarnos y su paciencia sobrepasan nuestra paciencia y capacidad de perdonar a nuestros semejantes, porque Dios es el Amor puro.

 Otro atributo que Dios nos compartió al crearnos a su imagen es nuestra capacidad de relacionarnos. Dios revela algo de si mismo al hacer creaturas capaces de formar una relación con El. Los humanos fuimos creados para mantener una relación de amor con los demás como reflejo de la relación que existe en la Santísima Trinidad. Todo fue bueno en la creación, excepto una cosa, que Adan no debería estar solo; y solo, no podía ser verdadera imagen de Dios. Por eso, Dios creo a Eva, un ser semejante, para que pudieran relacionarse.

 Nosotros fuimos creados a imagen y semejanza de Dios para hacer visible la gloria de Dios en el mundo. Pero somos algo más que piezas de arte reflejando el poder de Dios; fuimos creados para vivir en una relación armoniosa con Dios y con los demás. Nuestro intelecto y nuestro libre albedrio nos permiten recibir el regalo de la verdad divina. Pero Jesucristo no quiere que seamos receptores pasivos de su amor, de su verdad, y de su bondad. Cristo quiere que usemos bien lo que nos ha sido dado para nuestro bien y el de los demás. El quiere que nos amemos unos a otros como El nos ha amado, para que podamos reflejar y ofrecer su presencia amorosa con todos los que nos rodean sin distinción de raza, color, cultura o nación. Nos basta el amor de Dios!