Declaración Oficial | 12 de mayo del 2017  

La sabiduría del cuarto mandamiento, de honrar al padre y a la madre, se manifiesta cuando los hijos utilizan todos los medios de transporte y comunicación a su alcance, para estar cerca de las personas que les dieron la vida.  

     La humanidad inicia en el ambiente de una familia. Todo hombre y mujer se considera a sí mismo parte de una familia. Ésta es la red humana primordial y fundamental. La familia es el elemento básico de la sociedad. Cada familia tiene el llamado a ser una iglesia doméstica donde los hijos aprendan a elevar sus ojos a un Dios misericordioso y a extender su mano a todos los hijos de Dios, independientemente de su raza, color o credo.  

   Por eso, estos días festivos y sagrados, dedicados a las madres y a sus familias, son el momento oportuno para instar a los funcionarios públicos a que promuevan leyes y procesos que honren y fortalezcan los lazos familiares. El bien común de la sociedad depende del bienestar de las familias. El tejido social se deshace cuando las familias se separan y se desintegran. 

     Estas verdades evidentes son la base del principio prudente de la unificación familiar acentuado cuando ha sido posible en muchos aspectos de la política social. La unificación familiar ha sido un precepto fundamental del derecho migratorio. A los inmigrantes se les debería tratar no solamente como trabajadores que proveen la mano de obra, sino también como miembros de la familia. La historia de la inmigración es una narrativa conmovedora de hombres y mujeres buscando una vida mejor, no solamente para ellos, sino también para sus hijos y familiares.   

     Este orgulloso legado de familia, profundamente entrelazado al crecimiento y a la expansión de los Estados Unidos, es traicionado por las medidas migratorias que dejarían a los hijos sin su madre o padre, obligaría a los padres de familia a sacar a sus hijos de la escuela e iglesia por temor a ser detectados, y perturbaría los sanos ritmos sociales de una vecindad con intromisiones innecesarias.  

      Los agentes de la Oficina de Inmigración y Aduanas (Immigration and Customs Enforcement, ICE) han enfatizado que solo buscan a las personas que tienen antecedentes penales u órdenes de deportación. A su vez, los agentes tienen las facultades discrecionales para detener a cualquier persona que encuentren que no sea residente legal.  Estos mismos agentes también han confirmado que les preocupa el bienestar de los niños afectados por los arrestos realizados por dicha agencia.  Aun así, las denuncias fundamentadas sobre las detenciones por la agencia de ICE, así como muchos rumores sin fundamento, han provocado una histeria generalizada entre las comunidades de inmigrantes, debilitando las tentativas comunitarias más eficaces para proteger a nuestras comunidades y prevenir la delincuencia.    

    A menudo las familias inmigrantes son las víctimas más vulnerables de las actividades delictivas. Éstas no deberían mostrarse reacias a pedir que se les proteja de las personas que las amenacen. Las fuerzas policiales deberían apoyarlas, respetar el santuario del hogar, y tener como prioridad la integridad de las familias.  

      Seguiremos colaborando con las madres y los padres para que tengan los conocimientos prácticos, así como los recursos necesarios para proteger y asegurar a sus hijos. Las familias deberían conocer sus derechos para impedir el registro ilícito de sus hogares, sin una orden judicial. Se les anima a los padres de familia que elaboren un plan en caso de que se separe la familia.  

     Mucho de esto constituye una presión injusta e innecesaria para las familias inmigrantes y sus comunidades. Un sistema migratorio fracturado y deteriorado está destrozando a las familias, perturbando las industrias y granjas, y criando un miedo de intranquilidad en las vecindades, iglesias y escuelas. Esto no respeta el cuarto mandamiento y traiciona la mejor sabiduría de nuestro país que ha sido históricamente un país de inmigrantes.  Renovamos nuestro llamado a una reforma migratoria integral que proteja el prudente principio de la unificación familiar, a la vez que promueva una nación más unida, bajo el amparo de Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos.